“Haré de ti una nación grande, y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y
serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga,
maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.”
El llamado de Abram, podríamos denominarlo
como un llamado ambicioso e importante. Iba a ser el inicio de una gran nación,
la fuente de la que iba a beber toda la humanidad. Como sabemos los que leemos
la Biblia, él no lo pudo ver, pero la realidad es que tuvo una descendencia
importante y grande, y su nombre es tan grande, que se le denomina como padre
entre los judíos.
En su llamado Dios le prometió: “Haré de ti una nación grande, y te
bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición Bendeciré a los que te
bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las
familias de la tierra.” ¿Quién no querría un futuro así verdad?
La elección de Abram no fue casualidad,
Dios sabía a quién estaba escogiendo, a alguien a quien iba a moldear. No lo escogió
por su aspecto físico, ni por su carácter, ni por su fuerza, es más no sabemos
mucho de él antes de ser escogido, pero lo hizo simplemente porque así quiso.
Igual que cada uno de nosotros, fuimos escogidos por la gracia de Dios. Ninguno
teníamos nada que ofrecer, en nuestra imperfección Dios nos escogió para que a
Él se le viese perfecto, así mismo lo expresa Pablo cuando le ruega a Dios que
le quite el aguijón que tenía: “bástate
en mi gracia, pues mi poder se perfecciona en tu debilidad”. Dios no
necesita que seamos perfectos, sino que no seamos auto suficientes y entendamos
que donde nosotros nos es imposible llegar, su poder se perfecciona y demuestra
por nuestra debilidad y carencia lo grande y poderoso que Él es.
Pero cuando Dios hace algo, no lo hace de
cualquier manera, no lo hace porque si, siempre hay un propósito detrás, en el
caso de Abram estaba claro “te bendeciré
y serás bendición”. Abram no había sido escogido para su bienestar, su
objetivo era bendecir a los demás, hacer lo bueno para los que le rodeaban,
para los pueblos de alrededor, pero cuantas veces Israel falló en su cometido.
Igualmente nosotros “Porque por gracia
habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don
de Dios; no por obras para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviéramos en ellas.” Al igual que Abram hemos sido
escogidos, no por ningún merito, sino por la gracia de Dios, con un propósito,
hacer buenas obras. El cristianismo no se basa en llenarnos individualmente, sino
en llenarnos y compartir con los que nos rodean. Pide a Dios que hoy te ayude a
ver las buenas obras que ya han sido preparadas para que como Abram seamos
bendición a todos los que están a nuestro alrededor.
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