“Entonces Sarai dijo a Abram: He aquí que el Señor me ha impedido tener
hijos. Llégate, te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos.
Y Abram escuchó la voz de Sarai.”
La verdad es que una
de las peores cosas que se pueden hacer cuando necesitamos hacer algo es
hacerlo con prisas, nunca nada hecho con deprisa y corriendo salió bien, las
prisas traen inexactitud, falta de perfección, conformidad; todos conocemos el
dicho vísteme despacio que tengo prisa. Aunque tengamos un objetivo y poco
tiempo siempre saldrá mejor realizándolo pacientemente que de una manera rápida
y de cualquier manera.
Dios le
había prometido a Abram una descendencia como las estrellas del cielo,
incontable y creer esto hizo que Abram fuese justificado. En cambio Sarai no
las tenía todas consigo y “Entonces
Sarai dijo a Abram: He aquí que el Señor me ha impedido tener hijos. Llégate,
te ruego, a mi sierva; quizá por medio de ella yo tenga hijos. Y Abram escuchó
la voz de Sarai.” De esta corta pero intensa conversación hay cosas que hoy
podemos aprender.
1. Las prisas son malas consejeras. ¡Qué
diferente es el mundo y la mente de Dios de la nuestra! Los planes de Dios se
hacen en una olla, a fuego lento, poco a poco, en cambio a nosotros nos gusta
las cosas hechas rápidas, al microondas, 30 segundos y el plato preparado. Dios
le iba a dar lo que había prometido a Abram y a Sarai, pero ellos decidieron
meterse en el microondas y hacerlo todo de manera rápida.
2. Dios no necesita ayuda para cumplir sus planes. Si a
nosotros nos gustan las cosas rápidas y a Dios lentas, cuando tardan un poco
más de la cuenta nuestra idea es la de ayudar a Dios a cumplir sus planes.
Sarai planificó como hacer que Dios cumpliese lo prometido a Abram y en parte
lo consiguió, pero se equivocó. Dios no necesitaba la ayuda de ninguna otra
persona para dar descendencia a Abram y a Sarai, todo estaba preparado. Dios no
necesita de nuestra ayuda para cumplir sus planes, únicamente tenemos que ser
pacientes y constantes para ser parte de ellos.
3. Los únicos consejos buenos vienen de Dios. Nunca
deberíamos desechar un consejo de nadie, pero sí que debiéramos compararlos con
los consejos de Dios, con la Biblia. El consejo de una persona que sea
contrario a la Biblia debe ser desechado de inmediato. Esto mismo debió haber
hecho Abram. Dios le había prometido algo, el consejo de Sarai era contrario a
la promesa de Dios y esto les llevó al fracaso.
4. Las prisas traen malos resultados. El
resultado de seguir el consejo de Sarai no fue bueno, ni para Abram, ni para
Sarai, ni para la sierva, ni para el bebé. “Y
Sarai dijo a Abram: Recaiga sobre ti mi agravio. Yo entregué a mi sierva en tus
brazos; pero cuando ella vio que había concebido, me miró con desprecio. Juzgue
el Señor entre tú y yo. Pero Abram dijo a Sarai: Mira, tu sierva está bajo tu
poder; haz con ella lo que mejor te parezca. Y Sarai la trató muy mal y ella
huyó de su presencia.” ¡Qué equivocados estamos cuando hacemos nuestros
planes! Hacer las cosas de manera humana acaba hiriendo a nosotros y a los que
nos rodean.
La
voluntad de Dios en ocasiones está oculta y otras descubierta, pero sea como
sea, sabemos que su voluntad siempre se cumple, que Dios dice y sucede, nuestra
misión ante esto no es otra que confiar, esperar a que se cumpla, y no intentar
ayudar a Dios, sino dejar que Él sea nuestra ayuda y nuestro socorro.
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