“Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo
te haré padre de multitud de naciones.”
Lo del nombre de las
personas es algo realmente curioso. Cada país tiene sus normas en cuanto a los
nombres que se pueden poner o no, y si esto puede parecer curioso, la elección
de un nombre para un hijo lo es más aún. Algunos padres escogen el nombre
simplemente porque les gusta como suena, otros por el significado que tiene el
nombre y otros simplemente por moda, un ejemplo es que el final de los 90 uno
de los nombres más populares en España era “Kevin Costner de Jesús”, supongo
que todo es cuestión de gustos.
Los
padres de Abram le pusieron un nombre, en aquella época si que importaba el
significado del nombre, y por el nombre podíamos saber mucho del carácter y de
la naturaleza de la persona. Dios le dijo a Abram: “Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham, porque
yo te haré padre de multitud de naciones.” Abraham pasó de llamarse El
Padre es excelso a llamarse padre de multitudes. ¿Ocurre esto hoy en día? ¿Dios
nos cambia de nombre cuando nos encontramos con Él? Sin ninguna duda sí. No se
produce ningún cambio en nuestro registro civil, pero en el registro del reino
de los cielos ya no somos llamados criaturas de Dios, ahora somos llamados
Hijos de Dios. ¡Qué gran privilegio! Pero esto tiene algunos derechos y
obligaciones.
1. Derecho a vivir eternamente. Cuando
creemos en Cristo y nacemos de nuevo (este es el mayor milagro) recibimos el
derecho a vivir eternamente en la presencia de Dios, ya no moriremos, sino que
la muerte física será el principio de la vida eterna. “El que cree en el Hijo tiene la vida eterna”.
2. Derecho a ser coheredero con Cristo. Ser
llamado Hijo de Dios nos permite ser parte de su heredad y recibir la herencia.
“Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin
de que también seamos glorificados con Él”. ¡Reinaremos en la eternidad
juntamente con Cristo! Encontrarnos con Dios, haber recibido un cambio de nombre,
haber sido sus hijos, aunque adoptivos, nos permite recibir la misma herencia
que el único Hijo de Dios, Jesucristo.
3. Obligación a ser como el Padre. Conforme
vamos creciendo, cada vez nos parecemos más y más a nuestros Padres, la
genética va haciendo su trabajo y cada
vez somos más como aquellos que nos crearon. Cuando nacemos de nuevo un nuevo
fragmento de ADN es incluido en nuestros genes y empezamos a parecernos más a
nuestro nuevo Padre “Sed, pues,
imitadores de Dios como hijos amados”. Tenemos la obligación de imitar a
Dios, imitar, su santidad, su perfección, su amor y su fidelidad, para que
lleguemos a la perfección de ser como Cristo Jesús.
4. Obligación a ser buenos embajadores. No hay
mejor hijo que el que da buena imagen y tiene un comportamiento ejemplar, este
hace que su padre quede en buen lugar. Esto es misión nuestra, ser buenos
embajadores del reino de los cielos en esta tierra, “por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio
de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! Esta
es la misión que tenemos como embajadores decirle a los que nos rodean
¡Reconciliaos con Dios!
Nuestro
cambio de nombre, conlleva algo más que un nombre distinto, conlleva un cambio
de identidad, ninguno de nosotros si naciésemos de nuevo cometeríamos los
mismos errores, igualmente, nacer de nuevo espiritualmente debe llevarnos a un
cambio total en nuestras vidas, sabiendo que tendremos una recompensa cuando
Cristo venga a buscarnos, pero antes cumpliendo las obligaciones que tenemos en
nuestra vida. ¡Qué nuestro Padre nos ayude a ser buenos embajadores hoy allí
donde estemos!
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