“Y el Señor dijo a Abraham: ¿Por qué se rió Sara, diciendo: ‘¿Concebiré en
verdad siendo yo tan vieja?... … Pero Sara lo negó, porque tuvo miedo,
diciendo: No me reí. Y Él dijo: No es así, sino que te has reído.”
Es muy curioso ver a un niño pequeño
vigilando si su madre mira y quiere hacer una trastada. Ya desde muy pequeños
nos surge la naturaleza de hacer el mal, de desobedecer, y no es extraño ver a
un niño de 2 o 3 años como espera al instante en que sus padres han
desaparecido de la escena para hacer aquello que le habían prohibido. En el
momento que es descubierto, nunca admitirá lo que ha hecho, siempre tendrá una
excusa, pero sus padres son más listos que él, realmente no tiene escapatoria,
será castigado y regañado.
No fue muy diferente de la reacción de
Sara. Dios les había prometido un hijo y se apareció a Abraham, para recordarle
que lo prometido sería cumplido, Sara al oír esto rió de incredulidad. “Y el Señor dijo a Abraham: ¿Por qué se rió
Sara, diciendo: ‘¿Concebiré en verdad siendo yo tan vieja?... … Pero Sara lo
negó, porque tuvo miedo diciendo: No me reí. Y Él dijo: No es así, sino que te
has reído.” Sara se comportó como una niña intentando ocultar a su padre lo
que había hecho mal.
Siendo sincero me siento bastante
identificado con Sara, cuantas veces ha habido algo que
he hecho mal y he intentado escabullirme, en algunas ocasiones con éxito, pero
nunca delante de Dios. Recuerdo cuando era pequeño y quería hacer algo que no
estaba bien, alguna trastada, tenía un lugar especifico, pensaba, en mi
inocencia, que en el baño nunca podría ser descubierto por Dios, era un lugar
demasiado, por decirlo de alguna manera, íntimo.
Podemos engañar a los hombres, a nuestro
marido o mujer, a nuestros padres, a nuestros jefes o nuestros pastores, pero
nunca podremos engañar a Dios, “Dios no
puede ser burlado”. No hay nada que nosotros hagamos que en un momento o en
otro no salgan a la luz, dice el dicho popular que se pilla antes a un
mentiroso que a un cojo. Las mentiras pueden tener un recorrido, pero acaban
generando más y más mentiras.
Debemos ser consecuentes a nuestros actos,
ser capaces de reconocer cuando nos equivocamos, ante los hombres y ante Dios “El que encubre sus pecados no prosperará,
mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia.” Nada de lo
que hacemos es tan grave como para no recibir perdón. Recibiremos castigo y la
consecuencia de nuestros actos, pero la misericordia de Dios nos alcanzará y
una vez pasado el castigo seremos restituidos, y lo más importante de todo,
perdonados.
REFLECCION DE EZEQUIEL 37
ResponderEliminar