“Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra cuarenta días y
cuarenta noches… …Y aconteció que a los siete días las aguas del diluvio
vinieron sobre la tierra… …Y cayó la lluvia sobre la tierra por cuarenta días y
cuarenta noches”
El gran problema que tiene los políticos
de nuestro tiempo y el principal motivo de que los ciudadanos hayamos perdido
la confianza en ellos es la capacidad de prometer cosas, sobretodo en año
electoral y después olvidarse. Esto ocurre con políticos de cualquier color o
postura, es más, me atrevería a decir que el ciudadano de a pie, cada uno de
nosotros, en realidad no somos tan diferentes; ¿o no hemos prometido alguna vez
algo que no hemos cumplido? ¿acaso no hemos hecho algún compromiso que luego
hemos roto? La realidad es que la palabra del ser humano tiene tan poco valor,
que para cualquier compromiso, sobretodo financiero requerimos un papel firmado
que lo acredite.
¡Que diferente es Dios a nosotros! Así lo
vemos en cuanto al diluvio, la maldad del ser humano había crecido tanto que
decidió justamente destruir todo ser humano, pero por la misericordia de Dios Noé
y su familia se salvaron. Dios dijo: “Porque
dentro de siete días haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta
noches”. Y lo que Dios dijo se cumplió: “Y aconteció que a los siete días las aguas del diluvio vinieron sobre
la tierra”. Y la exactitud continuó y como Dios dijo desde un principio “Y cayó la lluvia sobre la tierra por
cuarenta días y cuarenta noches”.
¡Qué tranquilidad saber que Dios no
miente! “Dios no es hombre, para que
mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo
hará? ¿ha hablado, y no lo cumplirá? Imagina por un instante un Dios que
cambiara de opinión, que mintiera, deberíamos vivir aterrados de que mañana
Dios decidiese destruir todo lo que existe, simplemente porque se le antoje.
Dios no cambia, el ser humano si que lo hace, pero los decretos de Dios se
cumplen y con exactitud.
¡Qué gran enseñanza esta! Si somos hijos
de Dios, debemos ser como nuestro Padre, Él no cambia independientemente de las
circunstancias, y aunque según el momento nosotros podemos cambiar, tenemos un
gran consejo “No juréis de ninguna
manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque
es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo
cabello. Antes bien, sea vuestro hablar: “Sí, sí” o “No, no”; y lo que es más
de esto, procede del mal”. Pidamos a Dios que nos ayude a que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no de
manera real para que demos buena imagen de Él. Para que seamos como Dios, que
no cambia y lo que hace lo cumple, y por supuesto, podemos vivir con la
seguridad que lo que Dios nos ha prometido lo cumplirá en el tiempo exacto con
precisión divina.
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