"Y
los hijos de Het respondieron a Abraham, diciéndole: Óyenos, señor nuestro:
eres un príncipe poderos entre nosotros; sepulta a tu difunta en el mejor de
nuestros sepulcros, pues ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que
sepultes a tu difunta."
Seguro que en alguna ocasión has escuchado la
conocida frase de “tus hechos hablan tan fuerte que no me dejan escuchar tus
palabras” y más seguro todavía es que conocemos personas que les podemos
aplicar esta característica. Son personas que se les llena la boca de lo que
creen, de lo que piensan, de cómo son, pero en cambio sus palabras
únicamente es verborrea y sus hechos
demuestran todo lo contrario a lo que ellos pronuncian.
Génesis 23 nos muestra la muerte de Sara, y la
necesidad de Abraham de buscar un lugar apropiado donde enterrar a su esposa. Siendo
peregrino contacta con los dueños de la tierra y solicita que le vendan algún sepulcro
donde depositar el cuerpo de su mujer. "Y
los hijos de Het respondieron a Abraham, diciendo: Óyenos señor nuestro: eres
un príncipe entre nosotros; sepulta a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros,
pues ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que sepultes a tu difunta.”
¡Qué buen testimonio había dado en su vida Abraham y Sara!
Al igual que Abraham y Sara nosotros también somos
peregrinos en esta tierra, de paso, hemos nacido en un país, pero el día que
conocimos a Jesús recibimos una nueva nacionalidad y un nuevo destino. Nuestro
propósito no es estar ni lograr nada en esta tierra, nuestra ciudanía verdadera
es la de los cielos y camino a ella vamos, a estar con nuestro Rey y Señor, es
decir, Jesucristo.
Pero, ¿qué podemos hacer mientras llegamos a
nuestro destino? Al igual que Abraham debemos ser buenos embajadores de nuestra
nacionalidad. La imagen que da un embajador en el extranjero, es la imagen de su
país de origen. Abraham se había ganado y se hizo alguien importante por su
manera de ser, de actuar, hasta el punto que aquellos que vivían con él estaban
dispuestos a darle lo que necesitaran. Es cierto que en esta vida no estamos
para ser famosos, pero ser un buen embajador del reino de los cielos produce
fama. Hacer las cosas como Jesús las hizo hace que se hable de nosotros. Hacer
el bien a los enemigos produce que la gente nos mire diferente. Es nuestra
responsabilidad amar y hacer el bien a todos los que nos rodean, pero solo
aquellos que han experimentado el ser amado por Dios sin merecerlo, solo estos,
serán capaces de amar a los demás cuando menos se lo merezcan. ¿Eres un buen
embajador?
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