"Y Abraham dijo a su siervo, el más viejo de su casa, que era
mayordomo de todo lo que poseía: Te ruego que pongas tu mano debajo de mi
muslo, y te haré jurar por el Señor, Dios de los cielos y Dios de la tierra,
que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los cananeos entre los que yo
habito…" “…Y el siervo puso la mano debajo del muslo de Abraham su señor,
y le juró sobre este asunto”
Hoy en día la palabra mayordomo ha perdido
mucho de su verdadero significado, tiene un significado más bien malo, como un
sirviente, pero en cambio su significado es mucho mayor “Jefe principal de palacio, a cuyo cargo estaba el cuidado y gobierno
de la casa del rey”. El
mayordomo era el encargado de administrar y tomar decisiones en cuanto a organización,
limpieza, cocina e incluso economía de la casa donde trabajaba. Más que un
siervo lo podríamos definir como un administrador.
Sin ninguna duda el mayordomo de Abraham
había hecho un buen trabajo a su lado, hasta el punto que Abraham le solicita lo
siguiente: "Y Abraham dijo a su
siervo, el más viejo de su casa, que era mayordomo de todo lo que poseía: Te
ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y te haré jurar por el Señor, Dios
de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las
hijas de los cananeos entre los que yo habito…" “…Y el siervo puso la mano
debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este asunto” Menuda
misión le había tocado, buscar mujer para el hijo de su Señor. Abraham tenía
más siervos, más gente en quien confiar, pero confió en su mayordomo.
El mayordomo debía dar confianza y
tranquilidad a su señor, y creo que esto debe ser un espejo en el que mirarnos.
Los cristianos deberíamos ser personas que demos confianza a los demás, en
cambio cuantos que se dicen ser cristianos conocemos que no le confiaríamos ni
que nos guardara un céntimo. Debemos ser personas en quien los demás puedan
confiar, que cuando tengamos responsabilidades respondamos correctamente. Todo
jefe debería desear tener a un hijo de Dios como segundo, alguien como el
siervo de Abraham, que hará bien las cosas.
Pero no solo debemos ser confiables en
cuanto a las personas que nos rodean, Dios debe poder confiar en nosotros.
Parafraseando, la Biblia cuenta la historia de un Señor que repartió talentos
entre sus siervos, entre sus mayordomos, y se marchó. Al volver pidió ver que
habían hecho con lo que él les había dado, el que recibió diez los multiplicó,
el que recibió cinco hizo igual, y el que recibió uno simplemente lo retorno. Personalmente
me duele ver personas a quien Dios les ha dado talentos y viven vidas pasivas
en las iglesias, sentados en un banco dejando pasar las horas, y guardando los
dones que Dios les ha dado.
¡Ojalá seamos capaces de ser buenos
mayordomos de Dios! Personas en las cuales se pueda confiar y que hagamos bien
las cosas. Activas en la iglesia, multiplicando nuestros dones para que nuestro
Padre que está en los cielos reciba toda la gloria por medio nuestro.
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