Génesis 25 - Un simple plato de lentejas


Personalmente si me dijesen que puedo elegir un plato de comida sin pagarlo, seguramente me decantaría por un buen entrecot de ternera, un buen plato de pasta o una buena pizza. Hoy en día se pagan grandes cantidades por comida de diseño, que sobre todo gracias a los programas de televisión se han puesto de moda y han conseguido que mucha gente se especialista en comida minimalista. Está de moda cocinar y no cualquier cosa, comida muy elaborada con altas técnicas que ofrecen, también hay que decirlo resultados en muchos casos espectaculares.

Esaú volvió de su trabajo y se encontró a su hermano y entablaron una conversación: " Y Esaú dijo a Jacob: Te ruego que me des de a comer un poco de ese guisado rojo, pues estoy agotado. Pero Jacob le dijo: Véndeme primero tu primogenitura. Y Esaú dijo: He aquí, estoy a punto de morir; ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura?" Hoy en día la primogenitura no tiene más sentido que ser el hijo mayor, es más, la palabra primogénito lleva a nuestra mente a siglos atrás, donde se usaba un lenguaje más tosco y basto, donde los tiempos verbales se conjugaban de manera distinta. Pero para estos dos hermanos la situación era distinta, la primogenitura era su identidad, marcaba su futuro, daba una posición superior de herencia, la bendición de su padre por encima de los hermanos menores y una responsabilidad espiritual en cuanto a la familia.

Esaú vendió estos privilegios por un simple plato de lentejas. Muchos hoy en día al leer esto, quizá se puedan llevar las manos a la cabeza, ¡Cómo Esaú fue capaz de hacer eso! Pero en realidad ¿Somos tan diferentes nosotros de Esaú? No lo creo. Esaú literalmente perdió sus privilegios por llenar su estómago, por comer algo caliente, exactamente igual que nosotros. Por ser hijos de Dios tenemos bendiciones, bendiciones de ser sanados, la bendición de poder ser santificados, la bendición de agradar a nuestro Padre, y cuantas veces no vendemos estas bendiciones por saciarnos momentáneamente con un poco de televisión, con un rato de adulterio, con un momento de pornografía, con un buen plato de mentiras que nos libren de algún problema, con bastantes malas palabras y malas reacciones, y la lista sería infinita. Cuantas veces despreciamos lo que Dios nos da con saciar nuestro corazón con cosas que en el momento cumplen pero luego poco a poco nos destrozan y nos apartan de Dios.


Judas vendió a Jesús por 30 monedas de plata, una cantidad tampoco excesivamente grande, Pedro negó a Jesús tres veces antes que cantara el gallo. La diferencia entre las dos no es tan grande, y es exactamente lo mismo que cuando nosotros damos rienda suelta a nuestros deseos y nuestra lujuria, dejando que nuestros instintos naturales y pecaminosos se apoderen de nuestra voluntad y nos lleven al desenfreno y rompan nuestra relación con Dios. Judas acabó ahorcándose, Pedro se convirtió en uno de los más grandes evangelistas de todos los tiempos; la única diferencia no está en su pecado, sino en la reacción ante él. Mientras Judas se ahorcó, Pedro se arrepintió. ¿Qué vas a hacer tú tras tus coqueteos con el pecado? ¿Te arrepentirás o seguirás viviendo lejos de Dios? ¡LA misericordia de Dios sigue perdonando, no tardes y arrepiéntete!

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