"Entonces
Abimelec llamó a Isaac, y le dijo:
He aquí ciertamente ella es tu mujer. ¿Cómo, pues, dijiste: “Es mi hermana”? E
Isaac le respondió: Porque me dije:
“No sea que yo muera por causa de ella.””
Escuche hace tiempo la historia real de un joven
que había vivido una vida bastante desordenada y delictiva, su vida cambió
cuando conoció a Jesús, se convirtió en una persona totalmente diferente,
cambio su manera de vivir, formó una familia y se convirtió en una persona
normal. Al cabo de algunos años fue llamado a juicio a causa de unos delitos
que había cometido, su abogado le dijo y le aconsejó que si se declaraba
inocente no existían pruebas que le incriminaran. Al comparecer ante el juez y
recibir la pregunta de si se declaraba culpable o inocente, su respuesta fue:
CULPABLE. Argumentó su decisión, que él no podía mentir y hacer que Dios se
entristeciera aunque eso supusiese pasar un tiempo en la cárcel.
Que ejemplo para cada uno de nosotros este joven.
Isaac le pasó algo parecido en esencia, habló con su mujer y acordaron que se
haría pasar por su hermana para que no le mataran. "Entonces
Abimelec llamó a Isaac, y le dijo:
He aquí ciertamente ella es tu mujer. ¿Cómo, pues, dijiste: “Es mi hermana”? E
Isaac le respondió: Porque me dije:
“No sea que yo muera por causa de ella.”” Hasta cierto punto podríamos entender la decisión
de Isaac, pero esto en realidad no le trajo más que problemas.
Las mentiras son de esas cosas que son tan
pequeñitas, que pueden convivir con nosotros tan fácilmente que son fácil llevarlas
de compañeras. Hay mucho tipo de mentiras, cuando exageramos algo estamos
mintiendo, cuando callamos y no admitimos lo que sabemos también mentimos,
cuando decimos una media verdad, en realidad decimos dos mentiras. Las mentiras
piadosas, siguen siendo mentiras, no podemos escudarnos en ellas. Lo peor de
las mentiras, es que tarde o temprano salen a la luz. Dice el refrán que se
pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y es raro que al final, cuando
mentimos no seamos cazados, tal y como le pasó a Isaac.
Creo que tenemos un reto importante por delante,
una tarea difícil, decir la verdad sea cual sea la situación, aunque nos perjudique.
No debemos olvidar que representamos al Dios verdadero, al que no miente, y
como discípulos de Jesús tenemos que ser como nuestro maestro, debemos hablar
verdad. Hoy es un buen día para reconocer aquellas cosas en que hemos mentido y
pedir perdón tanto a Dios como a las personas a quienes hemos mentido, y pidamos
a Dios: “Señor, dame el valor para no
ocultarme tras las heridas y ser consecuente de mis actos incluso cuando me
perjudiquen.”
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