"Este Aná
es el que descubrió manantiales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de
Zibeón su padre"
Todos hemos estado
alguna vez en la situación de encontrarnos a alguien que no esperábamos
encontrarnos pero que estábamos pensando en él. Este fenómeno ha sido estudiado
y el resultado ha sido claro, durante el día pensamos en muchas personas, y es
muchísimo mayor las veces que no nos encontramos con ellas que las que sí, únicamente
nuestro cerebro registra aquellas en que nos acordamos. Pero aún con esto es
una alegría encontrarnos con aquellos a quienes echamos de menos.
A veces las
situaciones más cotidianas pueden traernos momentos sorprendentes. Algo así le
pasó a Aná, "este Aná es el que
descubrió manantiales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de Zibeón su
padre." ¡Que grata sorpresa! Salir a trabajar y encontrarte un gran
tesoro, todos firmaríamos encontrarnos un billete de 100€ yendo a trabajar, lo
que ese Aná se encontró es mejor aún, agua en el desierto, nada es más
necesario en un lugar de condiciones tan duras.
La verdad es que a
veces en cuanto a Dios somos demasiado místicos, esperamos experiencias y
sensaciones fuera de lo normal, convertimos a Dios en alguien lejano en vez de
alguien cercano. Me encanta igual que el caso de este desconocido Aná, el caso
de Moisés "Y Moisés apacentaba el
rebaño de Jetro su suegro, sacerdote de Madián; y condujo el rebaño hacia el
lado occidental[a] del desierto, y llegó a Horeb, el monte de Dios. Y se le apareció el ángel del Señor en una
llama de fuego, en medio de una zarza; y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía
en fuego, y la zarza no se consumía." Moisés estaba en un momento
habitual de su vida, nuevamente trabajando y ahí se encontró con Dios. No fue
muy distinto el caso de Pablo o cualquiera de los discípulos. Dios es un Dios
natural que se encuentra con sus hijos en lugares normales.
Quizá pienses que
hoy será un día más, una nueva rutina, pero ¡estate atento! Quizá sea hoy el
día en que encuentres un manantial en medio de tu desierto, el día en que una
zarza arda y recibas algo especial de Dios, o que simplemente allí donde estés
Dios tenga la misericordia como con los discípulos y Jesús te diga: Sígueme. ¡Hoy
puede ser un gran día, vive expectante a la sorpresa de tu Padre!
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