"Y José tomó a los dos, a Efraín con la derecha,
hacia la izquierda de Israel, y a Manases con la izquierda, hacia la derecha de
Israel, y se los acercó. Pero Israel extendió su derecha y la puso sobre la
cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés,
cruzando adrede sus manos, aunque Manasés era el primogénito."
Hoy en día hay un elemento que no
puede faltar en la vida de cualquier persona, una agenda. En realidad
entendamos por agenda, un libro de papel con un calendario en su interior en el
que planificar el año, pero igualmente podría tomarlo como un teléfono móvil con
sus recordatorios, o cualquier cosa que nos recuerde que tenemos cosas que
hacer y que nuestros planes son inamovibles. ¡Qué difícil es cuadrar las
agendas de dos amigos que hace tiempo que no se ven simplemente para tomar un
café! Hace no muchos años esto no ocurría, un hombre salía de casa temprano,
iba a trabajar, llegaba a casa tarde, cenaba y se acostaba, hoy en día es todo
lo contrario, nuestras agendas marcan nuestra vida, nuestra disponibilidad, nos
encanta hacer planes y planificar no solo el día de mañana sino el año entero,
marcando días especiales, vacaciones etc.
El ser humano siempre ha querido
planificar su futuro, tanto el inmediato como el próximo, siempre ha querido
tener a mano todo lo necesario para descansar tranquilo, y siempre se ha conocido
a la perfección las normas, no por querer cumplirlas, sino para que no le perjudiquen.
Siendo Israel ya anciano, José llevó a sus dos hijos ante él para que les
bendijese. “Y José tomó a los dos, a
Efraín con la derecha, hacia la izquierda de Israel, y a Manases con la izquierda,
hacia la derecha de Israel, y se los acercó. Pero Israel extendió su derecha y
la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la
cabeza de Manasés, cruzando adrede sus manos, aunque Manasés era el primogénito".
José sabía cómo funcionaba la cosa, el mayor recibía como primogénito una mayor
bendición que el menor, esto era así y ya preparó a sus dos hijos para que su
abuelo bendijese a cada uno. Pero Israel sabía lo que era ser el menor y
recibir la bendición, aunque no se trataba de algo simplemente mental de
Israel, sabía cuál era el plan de Dios, así que cruza sus manos y les bendice
al revés, el menor recibe mayor bendición.
Pocas cosas hay que le puedan
fastidiar más a un hombre que el hecho de no recibir aquello que les pertenece,
nos sabemos todos nuestros derechos laborales, civiles, penales, etc. No nos
van a engañar, y si lo intentan ya buscaremos la manera de reclamarlo. Nos
gusta planificar y hacer nuestro propio camino, preparar nuestro futuro en
cuanto a nuestras decisiones. Nadie puede decirnos qué camino tomar, somos
dueños de nuestro destino. Todo esto está muy bien, pero olvidamos una cosa, no
somos dueños de nada, al menos si eres hijo de Dios, cuando oras y dices Señor,
en otras palabras estás diciendo, Señor, soy tu siervo y comeré lo que me des,
vestiré lo que me des y haré lo que me digas, porque no tengo derecho a nada.
Esto es lo que es un hijo de Dios, alguien que no puede hacer planes porque su
Señor es quien toma las decisiones.
¡Qué gran Señor nos ha tocado! Lo
mejor de este que gobierna nuestras vidas es que todo lo que hace lo hace por
nuestro bien, a veces es verdad que tuerce nuestros planes, pero todo con un
propósito porque “hay camino que al
hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte”. Él como un
buen pastor nos guía y nos lleva a “lugares
de verdes pastos” y “junto a aguas
de reposo me conduce”. Tener planificación en nuestra vida es
bueno, pero no hay mayor planificación que la de Dios, así que como el salmista
digamos “ve en mi si hay camino malo, y
guíame en el camino eterno.”
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