"Y
se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como los escribas."
Se acercan las elecciones y los partido políticos con
sus líderes a la cabeza empiezan sus discursos de hacer todo lo que no han
hecho cuando gobernaron y la oposición de hacer todo lo que no dijeron cuando
tenían que decirlo. Pero siendo sinceros, la mayoría de ellos son buenos
oradores, sobre todos esta nueva camada de políticos jóvenes que nos ofrecen un
cambio radical de lo vivido en los últimos treinta años, una ruptura con lo
anterior, los cuales también han sido buenos oradores lo cual se demuestra por
todos los años que han estado turnándose en el gobierno. Es fácil ser un buen
orador, incluso siendo la persona más tímida del mundo, se puede llegar a tener
una buena presencia y un buen discurso simplemente trabajándolo y entrenándolo,
hoy en día incluso hay cursos para poder hablar en público.
Jesús entró en la sinagoga, él no había hecho
ningún curso de hablar en público, nadie le había enseñado las claves del éxito
para que un sermón o una exposición fuesen eficaz. En la sinagoga habían oído
muchos sermones, pero este les cautivó "y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas." Este hombre traía algo
diferente, hasta ahora en esa sinagoga se había escuchado a personas que
hablaban bien, que tenían una buena estructura en su exposición, buenos
argumentos, pero este tenía algo diferente, tenía autoridad.
En nuestros tiempos la autoridad es algo que se
impone desde los puestos de poder, el diccionario de la Real Academia Española
de la Lengua nos da estos dos significados “Poder
que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho.” y la segunda “Prestigio y crédito que se reconoce a una
persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en
alguna materia.” Por un lado tenemos la autoridad del miedo, la que dice
como yo mando, yo tengo la autoridad, y en el otro lado tenemos la autoridad
que se consigue siendo reconocida por los demás. Los escribas habían conseguido
una autoridad otorgada por su puesto en la sinagoga aunque era una falsa
autoridad, en cambio Jesús logró una autoridad reconocida por quienes le oían.
La verdadera e influyente autoridad, la que nos
lleva al éxito se gana, con el día a día, estando con las personas, y una
autoridad como la de Jesús es una autoridad del cielo, una autoridad que viene
del Padre, y esta solamente se consigue con oración. Tenemos un problema hoy en
día, hemos cambiado la autoridad del cielo por cursos que nos ayudan a
expresarnos en público y hacer más atractivo el mensaje del evangelio. No estoy
en contra de los cursos, son buenos, pero no pueden sustituir la influencia que
otorga estar lleno del Espíritu Santo. ¡Esta es la verdadera autoridad del
cielo! “Por lo cual te recuerdo que
avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de
mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder,
de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences del testimonio
de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo, sino participa conmigo en las
aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios, quien nos ha salvado y
nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino
según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo
Jesús desde la eternidad.” Esta es la verdadera autoridad, tenemos la
necesidad imperiosa de buscarla en oración. Acércate a Dios, pídele y él te
dará la verdadera autoridad para servirle.
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