Marcos 1:21-34 - Falsa autoridad

"Y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas."

Se acercan las elecciones y los partido políticos con sus líderes a la cabeza empiezan sus discursos de hacer todo lo que no han hecho cuando gobernaron y la oposición de hacer todo lo que no dijeron cuando tenían que decirlo. Pero siendo sinceros, la mayoría de ellos son buenos oradores, sobre todos esta nueva camada de políticos jóvenes que nos ofrecen un cambio radical de lo vivido en los últimos treinta años, una ruptura con lo anterior, los cuales también han sido buenos oradores lo cual se demuestra por todos los años que han estado turnándose en el gobierno. Es fácil ser un buen orador, incluso siendo la persona más tímida del mundo, se puede llegar a tener una buena presencia y un buen discurso simplemente trabajándolo y entrenándolo, hoy en día incluso hay cursos para poder hablar en público.

Jesús entró en la sinagoga, él no había hecho ningún curso de hablar en público, nadie le había enseñado las claves del éxito para que un sermón o una exposición fuesen eficaz. En la sinagoga habían oído muchos sermones, pero este les cautivó "y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas." Este hombre traía algo diferente, hasta ahora en esa sinagoga se había escuchado a personas que hablaban bien, que tenían una buena estructura en su exposición, buenos argumentos, pero este tenía algo diferente, tenía autoridad.

En nuestros tiempos la autoridad es algo que se impone desde los puestos de poder, el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nos da estos dos significados “Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho.” y la segunda “Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.” Por un lado tenemos la autoridad del miedo, la que dice como yo mando, yo tengo la autoridad, y en el otro lado tenemos la autoridad que se consigue siendo reconocida por los demás. Los escribas habían conseguido una autoridad otorgada por su puesto en la sinagoga aunque era una falsa autoridad, en cambio Jesús logró una autoridad reconocida por quienes le oían.


La verdadera e influyente autoridad, la que nos lleva al éxito se gana, con el día a día, estando con las personas, y una autoridad como la de Jesús es una autoridad del cielo, una autoridad que viene del Padre, y esta solamente se consigue con oración. Tenemos un problema hoy en día, hemos cambiado la autoridad del cielo por cursos que nos ayudan a expresarnos en público y hacer más atractivo el mensaje del evangelio. No estoy en contra de los cursos, son buenos, pero no pueden sustituir la influencia que otorga estar lleno del Espíritu Santo. ¡Esta es la verdadera autoridad del cielo! “Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad.” Esta es la verdadera autoridad, tenemos la necesidad imperiosa de buscarla en oración. Acércate a Dios, pídele y él te dará la verdadera autoridad para servirle.

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