Marcos 1:35-45 - Compasión o insensibilidad

"Y vino un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo: Quiero, se limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio."

Carmen, una mujer la cual ha vivido durante cincuenta años en el barrio vallecanos de Madrid ha sido desahuciada de su vivienda, esta noticia corrió como la pólvora y los jugadores del equipo de fútbol de este barrio decidieron tomar cartas en el asunto y ayudar a Carmen para que no perdiese su hogar. Su entrenador Paco Jémez comentó:”Nosotros no nos vamos a quedar parados y vamos a ayudar a esta señora. No solo yo, sino el cuerpo técnico, los jugadores, todos. Dentro de nuestras posibilidades vamos a ayudar y a echarle una mano para que encuentre un sitio que pueda vivir dignamente y no se sienta sola.” Este es un gran ejemplo de compasión, aunque Carmen no es la única, cada día aparecen nuevos casos como estos, los cuales no tienen ninguna respuesta y son abandonados.

La compasión no es algo que abunde hoy en día, más bien todo lo contrario, estamos tan atareados con resolver nuestros problemas que no tenemos tiempo para resolver los de los demás, incluso para preocuparnos por ellos. Jesús tuvo un encuentro con un leproso “Y vino un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo: Quiero, se limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio.” Jesús fue movido a misericordia y esto trajo sanidad para el enfermo.

¡Cuánto tenemos en común con este hombre! Todos tenemos una lepra llamada pecado, una enfermedad mortal que nos va consumiendo en su interior, que nos destroza, que nos pudre y que cada vez se hace más y más grande, más y más poderoso, se apodera de nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestros actos, nos hace ser problemáticos, herir a quienes nos rodean, actuar de manera ilegitima, nos lleva a la destrucción y perdición de nuestro espíritu y alma. Pero hubo un día en que en el camino de nuestra vida, encontramos a un tal Jesús, un hombre del cual se decían muchas cosas, cosas que parecían ser imposibles, y le dijimos “Si quieres puedes limpiarme” y exactamente igual que con el leproso dijo “Quiero, se limpio” y sucedió el milagro, “al instante el pecado desapareció y quedamos limpios”, y desde entonces podemos ser llamados hijos de Dios. ¡Qué afortunados somos que su compasión nos alcanzara!

Pero entonces, si hemos recibido una compasión tan grande, ¿Cómo nos hemos convertido en personas tan insensibles?  Vemos gente que sufre, que viven en las calles, que no tienen para comer, y sentimos compasión, pero no pasa de ahí, de un sentimiento. Todo aquel que realmente ha sentido y experimentado la compasión de la cruz debe ser capaz de ser compasivo con el que sufre, con el que pasa necesidad, Jesús fue tan compasivo con nosotros, que no tenemos el derecho de no serlo, sino todo lo contrario, tenemos la obligación de demostrar compasión. Hay un reto delante nuestro “de gracia recibisteis, dad de gracia.” ¿Serás tú hoy compasivo o por el contrario continuaras siendo insensible a las necesidades de los demás? Agradece todo lo que Dios te ha dado y tal y como Él ha tenido misericordia de ti, se tu misericordioso con los demás.


AP

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