"Y Él les dijo: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como
está escrito: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está muy lejos
de mi. Mas en vano me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de
hombres."
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán
llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán
enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género
humano. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur.
Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de
esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra
nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar
juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la
libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres. Ese será el día cuando
todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado,
"Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de
libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de
cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos
ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad. Estas palabras salían de la
boca de Martin Luther King en su discurso a favor de la libertad, este discurso
desembocaría en el fin de la esclavitud del pueblo negro en Estados Unidos.
La libertad, la lucha contra la esclavitud ha sido
una lucha librada durante toda la historia de la humanidad. Desde siempre, y
esto ocurría en el tiempo de Jesús, los religiosos esclavizaban con leyes y
normas al pueblo, ante esto, Jesús les reprende con dureza: “Y Él les dijo: Bien profetizó Isaías de
vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo de labios me honra, pero
su corazón está muy lejos de mi. Mas en vano me rinden culto, enseñando como
doctrinas preceptos de hombres.". ¡Cuántas veces se ha usado el nombre
de Dios para esclavizar a los hombres con doctrinas humanas! Aún hoy en día las
iglesias evangélicas siguen bajo el yugo de la esclavitud de la ley, se llenan
la boca con al gracia, pero continúan anclados en la ley con el dedo acusador
sobre cualquiera que comete un error.
Los Gálatas sufrieron esto y Pablo les dio una
seria advertencia: “Para libertad fue
que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra
vez al yugo de esclavitud”. ¡Cuántas veces somos como los fariseos! ¡Cuántas
veces acusamos a los demás de incumplir las normas! ¿Acaso Jesús no nos dio
libertad? No debiéramos vivir más bajo la ley, la gracia es amor, la gracia es
libertad, la gracia es lo que nos dio vida. El problema es que preferimos vivir
en la ley, nos gusta saber lo que podemos hacer y no hacer y nos aterra tener
libertad. Nos encanta hacer que los demás hagan lo que les decimos y no
soportamos ver como otros disfrutan de la libertad.
Aquí viene el gran pero de la gracia, si soy libre,
si Dios me perdona puedo pecar lo que quiera, Dios ya me perdonará. “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en
pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto
al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Que claro que queda todo con este
texto, aquel que piense que da igual pecar, lo que debería plantearse es si
realmente es un hijo de Dios. Disfruta de la gracia, disfruta de la libertad,
Cristo cumplió la ley para que no tuviésemos que ser nunca más esclavos. Dios
te ha hecho libre, deja de vivir bajo la esclavitud, deja de vivir la vida con
el miedo de fallar, antes busca “los
frutos del espíritu son: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y templanza. Contra tales cosas no hay ley”. Esto es vivir en
la gracia, viviendo de esta manera no hay ley que nos acuse y entonces
viviremos en libertad.
AP
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