Marcos 10:17-34 ¿Eres bueno?


“Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.“

La bondad es una de las cosas que están más en alza, todo el mundo busca gente buena con la que compartir su vida, a ninguna persona nos gusta tener gente mala a nuestro alrededor, aunque desgraciadamente existe. Intentamos que nuestra mujer o nuestro marido sean buenas personas, la televisión nos enseña con sus películas a los buenos y a los malos. Creo que podríamos llegar a decir que el baremo para decidir lo que es bueno ha bajado, da igual que cometas algunos errores, si lo que haces bueno es más que lo que haces malo puedes considerarte una buena persona.

Jesús andaba por un camino, como casi toda su vida, y como tantas otras veces tiene un encuentro con una persona, en este caso un joven “Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.” Este joven le llamó bueno, pero su pensamiento era que él mismo era bueno, la prueba está en que le dice claramente a Jesús que ha guardado todos los mandamientos. El Maestro era bueno y él también lo era, lo tenía todo hecho, pero Jesús apuntó a su punto débil, a sus riquezas y acertó de lleno. Al final no era tan bueno como creía.

Ahora examinémonos a nosotros mismos, ¿eres bueno? Puedes pensar que si, que te preocupas por los demás, te esfuerzas por hacer bien las cosas y el bien a los que te rodean, es verdad que hay algunas cosillas, pero bueno nada importante. Si crees que eres bueno, estás muy equivocado, porque si tú eres bueno entonces Jesús se equivocó en su afirmación de que solo Dios es bueno. Pero la culpa de que creamos esto no es únicamente nuestra. Desde pequeños se nos ha enseñado que no somos malos, decirle a un niño pequeño que es malo le producirá un trauma, entonces le mentimos diciendo que el niño es bueno, y el niño crece pensando que él puede ser bueno, pero que hay unas reglas que cumplir porque a Dios no le gustan, y el niño crece siendo un fracasado, porque le dijeron que era bueno, y con el paso de los años ve que no lo es. Crece viviendo una vida basada en el legalismo, donde no existe la gracia de Dios porque él en realidad es bueno.

Pocas veces, por no decir ninguna he visto a un padre decirle a su hijo, vamos a orar para pedir a Dios que nos perdone por nuestras cosas malas, pero en cambio si que he visto padres cargar todo el peso de la ley sobre sus hijos y el miedo de que Dios se va a enfadar si hace esto o aquello, con esto no digo que no haya que enseñarle, pero el motivo para no hacerlo es el amor a Dios, no el miedo al castigo. Eso tiene un nombre y se llama legalismo. Y el legalismo no trae más que tristeza y dolor, trae esclavitud, somos una generación que ha crecido bajo el yugo de la ley en lugar del gozo de la gracia y si no hacemos algo nuestros hijos les sucederá lo mismo.

Volvamos a preguntarnos, ¿soy bueno? La respuesta es que no, Pablo le horrorizaba esto, luchaba contra ello “¡Miserable hombre de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte, que lo que no quiero hacer eso hago y lo que quiero hacer eso no hago.” ¿No te sientes identificado? No queriendo hacer tantas veces lo bueno acabas haciendo lo malo? En realidad puedes sentirte que eres bueno si te comparas con otros, pero Jesús puso el listón mucho más alto, la comparación es con Dios y ahí salimos todos perdiendo. Somos malos pero Jesús decidió dejar su gloria para que su sangre cubriese nuestra maldad y gracias a esto hoy aun con nuestra maldad podemos ser agradables a Dios. La sangre de Cristo cubrió todos nuestros pecados y esta es nuestra esperanza, somos malos pero su bondad nos sostiene y su gracia nos perfecciona.


AP

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