“Llegando a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo comenzó a echar fuera
a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y
los asientos de los que vendían las palomas; y no permitía que nadie transportara
objeto alguno a través del templo. Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito:
Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones.”
Si paseas por
las ramblas de Barcelona puedes encontrarte muchas cosas, figuras humanas,
trileros, prostitución si pasas por las noches, carteristas, y también hay otro
tipo de robo más sibilino pero igualmente real, las terrazas que hay allí.
Estas terrazas están destinadas únicamente para los turistas, no es que un
barcelonés no pueda sentarse ahí, sino que nunca pagaría más de diez euros por
una cerveza. Se aprovecha una zona de mucho tráfico turístico para poner
precios desorbitados y en pocas palabras robar a todo el que se siente por un
producto que no vale lo que se pide.
“Llegando a Jerusalén; y entrando Jesús en el
templo comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó
las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas; y no
permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. Y les
enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para
todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” Para poder
entender a ciencia cierta lo que sucedía aquí debemos mirarlo con el prisma del
tiempo en que ocurrió y el sitio donde ocurrió. Nos encontramos en Jerusalén
entre el año 28 y 30 d.C. ya que los historiadores hablan de que Jesús
probablemente naciera entre 3 y 5 años antes que el año cero, aunque esto
tampoco es excesivamente importante. Dentro del templo era normal que hubiese
un mercado de animales para el sacrificio y de cambio de monedas para aquellos
que venían de fuera y necesitaban comprar. Todo esto no era nada malo, eran
necesarios los animales para los sacrificios y era necesario poder cambiar la
moneda para realizar la compra. Pero el templo se había convertido en las
ramblas, los animales costaban un precio más elevado que el que tenían en
realidad y el cambio de moneda también era abusivo. Ante esto Jesús reaccionó echándolos
a todos de allí.
Quizá creas que hoy en día, en el cristianismo esto
no sucede, pero sucede muy a menudo, demasiado diría yo. La casa de oración ya
no es la iglesia, somos nosotros mismos, y la hemos convertido en una casa de
ladrones, la hemos llenado de tantas cosas con las que comerciamos, familia,
trabajo, amigos, dinero, ocio y sigue la lista como quieras, y en lugar de ser
nuestro corazón una casa de oración la hemos convertido en una cueva de
ladrones donde a aquello que no tiene tanto valor le hemos subido el precio a límites
insospechados.
Esto habla de la realidad de la iglesia, una
iglesia que se ha alejado del principio del evangelio, que vive tan inmersa en
este mundo y en sus placeres que ha olvidado vivir como vivían en el siglo
primero, que ya no tienen el deseo del poder del Espíritu y se conforman con un
cristianismo teórico y religioso. “Cuando
los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la
palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, quienes descendieron y oraron
por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había
descendido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del
Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo.”
Todo el libro de Hechos está lleno de situaciones como estas, pero en cambio en
nuestro tiempo no solo no existen estas manifestaciones sino que nuestra casa
esta tan llena de cosas que no tenemos ni siquiera interés en ellas.
En el siglo XVII y XVIII hubieron varios
avivamientos, los cuales únicamente se basaban en la oración por un despertar
espiritual que llegaba por un gran sentimiento de suciedad ante el pecado, una
regeneración interior y la súplica a Dios por la manifestación poderosa del Espíritu
Santo, y esto se tradujo en conversiones multitudinarias, milagros,
derramamiento del Espíritu y países enteros que cambiaron sus vidas y sus
formas de vivir. En otras palabras, Jesús derribó la cueva de ladrones y la
convirtió en casa de oración. El problema de nuestra generación es que hemos
perdido el interés por un avivamiento, nos hemos enredado demasiado en este
mundo y hemos dejado de preocuparnos del reino de Dios. ¡Roguemos a Dios que
mande de su Espíritu sobre nosotros! ¡Qué mande fuego que nos rebele nuestro
pecado y nos lleve a un arrepentimiento profundo! ¡Que ponga en nosotros el
clamor de la oración! Y que derrame de su gloria en nuestro país.
AP
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