“Y estando El en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el
leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de
nardo puro; y rompió el
frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Pero algunos estaban
indignados y se decían unos
a otros: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque este perfume
podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y dado el dinero a los pobres. Y la
reprendían. Pero Jesús dijo: Dejadla;
¿por qué la molestáis? Buena obra ha hecho conmigo.”
Como todas las cosas, nada es exclusivo de una
época y esta modalidad de mercado ya existía antiguamente. “Y estando El en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón
el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de
nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Pero
algunos estaban indignados y se decían unos a otros: ¿Para qué se ha
hecho este desperdicio de perfume? Porque este perfume podía haberse
vendido por más de trescientos denarios, y dado el dinero a los
pobres. Y la reprendían. Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la
molestáis? Buena obra ha hecho conmigo.” Esta mujer tenía algo que era muy
valioso, algo que costaba dinero, algo con lo que se podrían haber hecho muy
buenas obras, pero sin duda ella hizo la mejor, derramó lo que más valor tenía
sobre la cabeza de Jesús.
Hay algo muy valioso
que tenemos todo ser humano, y es nuestra vida, sin ninguna duda es lo que más
vale, lo que más apreciamos, lo que más cuidamos. Esta mujer al derramar su
perfume no estaba haciendo otra cosa que alabar a Jesús, le estaba diciendo que
Él valía más que el mismo perfume y que lo que ella más valoraba lo entregaba
al verdadero Señor. ¡Qué gran enseñanza la de esta mujer! ¿Qué hacemos nosotros
con lo que más queremos, con nuestras vidas? Alabar a Dios sugiere darle lo que
nosotros más queremos, esta es la verdadera alabanza, la de derramar nuestras
vidas sobre la cabeza de Jesús.
Esto es mucho más
que hacer buenas obras, al fin y al cabo fue lo que se podría haber hecho con
ese perfume, muchas buenas obras cargadas de humanismo. En cambio esta mujer
hizo una buena obra, poner lo que más quería sobre Jesús. La mayor alabanza que
nosotros podemos dar a Cristo es la de ofrecer todos los ámbitos de nuestra
vida a Dios. No hay mayor alabanza que nuestra mayor meta no sea tener dinero,
fama, amistades, una gran familia, no, la mayor alabanza es la de dedicar toda
nuestra vida al servicio del Rey del universo, a Jesucristo el fiel. Empieza
hoy a alabar a Dios con tu vida, entregándole todo. Lo que más vale en tu vida
es la mayor alabanza que puedes ofrecerle.
AP
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