“Y decía: ¡Abba,
Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no
sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras.“
Jesús oraba
y clamaba “y decía: ¡Abba, Padre! Para
ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo
quiero, sino lo que tú quieras.” Un clamor desde el profundo del corazón de
un hijo, “por favor, no me hagas pasar por esto”. Si hablamos en términos
humanos sin duda el corazón del Padre se rompería en pedazos al enviar a su
Hijo a la muerte y a la separación con Él.
Jesús no temía los azotes,
no temía los insultos, no temía tener que cargar una cruz por el camino, no
temía ser perforado con clavos, no había miedo en ser atravesado con una lanza,
ni escuchar mofas. Jesús temía apartarse de su Padre. Jesús en el huerto sentía
que no le apetecía morir por los suyos, no tenía ganas de todo esto, no había
un sentimiento que lo respaldara y así se lo expresó a su Padre; puede parecer
que en realidad es una derrota, Jesús se quería rendir, pero dejó claro quien
llevaba el timón, “que no sea lo que yo
quiero, sino lo que tú quieras.”
¡Qué gran lección
tenemos aquí! Cuantas veces nosotros rompemos nuestra relación con Dios porque
no nos apetece orar o leer, no predicamos porque hoy no sentimos de predicar, y
dejamos que nuestros sentimientos sean los dueños y señores de nuestras vidas.
No hay nada malo en no sentir de orar o leer la Biblia, o de no sentirlo, es parte
de nuestra naturaleza pecaminosa, pero la victoria esta cuando sintiéndonos así
le decimos al Padre, que sea lo que tu quieras y vencemos a nuestro sentimiento
y adoramos y nos relacionamos con nuestro Padre.
Los sentimientos son
veletas que giran al ritmo del viento y según de donde sople los llevan a un
sitio o a otro. Nuestra vida debe tener un señor, y no es otro que el Dios de
los cielos, no dejes que tus sentimientos de gobiernen, sino que cuando no
sientas de hacer algo para Dios, clama al Padre y dile “no siento de hacerlo,
pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras.” Seguro que te da las
fuerzas necesarias para llevarlo a cabo.
AP
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