“Y Pilato, tomando de nuevo la palabra decía: ¿Qué
haré, entonces, con el que llamáis Rey de los judíos? Ellos le respondieron a
gritos: ¡Crucifícale!“
En toda la historia de la humanidad ha habido muchos momentos injustos y
personas que han muerto por causas incorrectas, pero ninguna como la que
encontramos aquí. Era normal en la Pascua que se liberara a uno de los
delincuentes como medida de gracia, el gobernador quería salvar a Jesús ya que no
encontraba en Él nada punible por lo que ser castigado, y ante Jesús estaba
Barrabás un terrorista que había robado y asesinado y estaba condenado a la
cruz. Pilato sabía que ante esta situación, el pueblo elegiría salvar a aquel
de quien se había oído que había dado de comer a miles, que había curado a
muchos de sus enfermedades, algo de lo que la Seguridad Social podría haber
estado muy agradecida, que se había juntado y restaurado a viudas, huérfanos,
pobres, enfermos, prostitutas y todos aquellos que habían sido apartados. ¿Quién
querría que alguien así muriera?
Pilato realmente trazó un buen plan, un plan sin
posible error “y Pilato, tomando de
nuevo la palabra decía: ¿Qué haré, entonces, con el que llamáis Rey de los
judíos? Ellos respondieron a gritos: ¡Crucifícale!.“ La respuesta fue
clara, su plan se había ido al garete, el pueblo el cual unos días antes
alababan a Jesús sobre un pollino ahora deseaba su muerte, gritaban para que
fuese crucificado. Deseaban ver a ese hombre sobre un madero y sufriendo, su único
“pecado” haber confesado ser Hijo de Dios, ser el Rey de los judíos.
Creo que sería un error culpar a los judíos,
nosotros habríamos hecho exactamente lo mismo que ellos hicieron. Si hubiésemos
estado en esa plaza habríamos gritado “crucifícale”, debía cumplirse todo lo
escrito cientos de años atrás. “Pero
quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. Cuando Él se entregue
a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia” Lo que
sucedió aquel día era algo más grande que un simple clamor del pueblo, era el
plan divino siendo cumplido, eran las palabras de los profetas tomando vida y
viendo como el Rey de los judíos iba a ser maldito para la salvación y perdón
de pecados de muchos.
¿Acaso si esto se cumplió dudaremos del resto de promesas?
¿Existe algo más milagroso que la sangre de Cristo? No hay mayor milagro que el
sacrificio del mismo Dios, que el cumplimiento de esta promesa. Esto debe
recordarnos que la Biblia no es un simple libro más, es el Libro por
excelencia, en él encontramos escritos cientos de promesas que quizá pueda
parecer que no llegan, pero llegarán, no dudemos de su segunda venida, no
dudemos de la futura Jerusalén, no dudemos de las promesas sobre su espíritu.
Si está escrito, al igual que se cumplió el hecho más grande de la historia de
la humanidad, esto también se cumplirá.
AP
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