“Y en la inscripción de la acusación contra Él decía: El Rey de los
judíos… …y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA
SABACTANI?, que traducido significa, Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has
desamparado?
Se trata de un día duro, tres años había pasado preocupándose
por los demás, supliendo necesidades, haciendo discípulos, alimentando a
multitudes, dando vida a samaritanos, purificando leprosos, nadie habría dicho
que este sería su final, nadie que le hubiese conocido un poco podría haber
averiguado que acabaría de esta manera, entre dos ladrones, con su rostro desfigurado,
sus manos y sus pies atravesados, recibiendo escupitajos, con sus ropas echadas
a la suerte, su único pecado aparecía en la inscripción para que todo el mundo,
hablase el idioma que hablase y estuviese donde estuviese pudiese ser testigo, “y en la inscripción de la acusación contra
Él decía: El Rey de los judíos.” Esta era su acusación, haberse preocupado
por su pueblo, por los que eran suyos y ellos simplemente lo rechazaron y lo
subieron a una cruz.
Pero si esto puede parecernos horrible y terrible
a ojos humanos, lo peor aún no había llegado, aquellos que admiraban este
grotesco espectáculo no eran conscientes de lo que en realidad estaba
sucediendo, no estaban matando físicamente a un inocente, sino que el Rey se
estaba convirtiendo en maldición, la ira por la maldad del ser humano en lugar
de caer sobre nosotros cayó sobre el Dios hombre. Este fue el verdadero
sufrimiento de Jesús, y así mismo lo expresa, “y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA
SABACTANI?, que traducido significa, Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”.
Por primera vez en la historia eterna Dios Padre dejó de mirar a su Hijo,
se hizo pecado, despreciable y a ira de Dios por nuestra maldad le llevó a
gustar del amargo trago de la separación de Dios.
Este fue sin duda el momento más doloroso que se
haya podido sentir en el cielo, nunca antes había ocurrido algo así, nunca
volverá a ocurrir, el verdadero sacrificio no estaba en morir crucificado,
estaba en cargar con el pecado, estaba en recibir nuestro castigo, estaba en
ser separado y odiado por Dios. Pero esto nos dio la esperanza y la vida,
solamente Cristo puede llevarnos al cielo, este es el único camino, y aquello
que tanto le costó a Él debe ser el motivo principal de alegría. Cristo pagó
nuestra adopción, gracias a ese momento podemos clamar ¡Abba Padre! ¿No es esto
maravilloso?
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