"Sentándose,
llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de
todos y el servidor de todos."
Meghan Vogel
es una desconocida para todo el mundo, al menos aquí en España. Es una estudiante
de 17 años que forma parte del equipo de atletismo de su instituto, exactamente
su especialidad son las distancias de medio fondo. Al llegar el día clave, la
final de campeonato estatal, era la gran favorita e iba en cabeza, ese mismo
día había ganado la prueba de 1.600 metros y se disponía a hacer lo mismo en la
de 3.200 metros. Hacia la mitad de la carrera, una de sus rivales, Arden McMath
cayó al suelo fruto del cansancio, en ese momento Meghan, se detuvo le ayudó a
levantarse y juntas acabaron en el puesto decimocuarto y decimoquinto, penúltima
y última de la competición. Al llegar a la meta Meghan confesó: “Es un honor. Solo pensé que estaba haciendo lo
correcto y creo que otros hubieran hecho lo mismo. Ayudarla a llegar a la meta
fue mucho más gratificante que ganar el campeonato estatal.”
Los
discípulos de Jesús también estaban en una carrera como Meghan, aunque la de
estos, no era de media distancia, era de muy larga distancia, un camino hacia
el cielo. Ellos estaban esforzándose por ser los campeones, por ser el mejor.
Jesús conocía sus corazones y quiso explicarles las normas de la carrera hacia
el reino de los cielos. “Sentándose,
llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de
todos y el servidor de todos." ¡Qué diferentes son los
baremos de Dios a los nuestros!
En la tierra la persona que más servicio tiene, que
más empleados tiene a su disposición es la más poderosa, la que más dinero
tiene, la que más puede permitirse, en cambio las cosas son muy diferentes en
el reino de Dios. Aquí no importa si hay gente que te sirve, no importa lo
grande que sea tu cuenta bancaria o lo importante que sea tu nombre, ni las
veces que aparezcas en los periódicos. El ganador no lo determina el puesto en
la carrera, ni quien ha corrido más que los demás. Lo importante es a cuantos
has ayudado a llegar a la meta. El importante no es el amo, es el maestro. Las
cosas funcionan totalmente al contrario de lo que funciona en la naturaleza
humana de ser el mejor.
¿Estás preparado para quedar el último? El ser
humano por instinto necesita reconocimiento, necesita ser valorado, y siempre
que pueda, ser el mejor, en cambio Dios no mira quién es el mejor, sino quien
se humilla más. ¿Acaso no hizo eso Jesús? Sin ninguna duda Él es el mejor, Él
es el mayor. ¿Por su gloria, por su majestad o por su poder? No, obviamente con
nuestra mentalidad esto sería suficiente, pero no es así para Dios. Es el mayor
por su humillación, por su sufrimiento, por su muerte. Es el mayor porque el
Rey del Universo se convirtió en un ser insignificante con el único objetivo de
levantarnos cuando estábamos cansados y perdidos y en sus brazos llevarnos
hasta la meta.
¿Cómo vas a responder ante esto? La única respuesta
es correr cerca de los que se caen. No tengas prisa en llegar a la meta, ¡hay
tantos que flaquean en la carrera! Igual que Cristo te cogió en sus brazos y te
llevó al final, debemos recoger a aquellos que se quedan en el camino, a los
que la vida hace que su fe se tambalee, a los enfermos que pierden la
confianza, a las viudas y los huérfanos que se han quedado solos. Nuestra
misión es dar de comer al hambriento, animar al afligido, honrar al que sirve y
sobretodo ser un buen siervo del mejor señor que existe, Jesucristo. Este es el
reto para hoy y para el resto de nuestra vida, ser el último, Pablo lo
entendió, el nunca quiso ganar la carrera “he
peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.” No
te preocupes por tu posición en la tierra, solo pelea la batalla, termina la
carrera y guarda la fe. Sé un buen
siervo, ama a los demás y trátalos como superiores a ti mismo.
AP
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