“¿Por qué, oh Señor, te mantienes alejado, y
te escondes en tiempos de tribulación?”
La soledad es el gran mal de nuestra
sociedad, vivimos rodeados de personas pero cada vez más somos personas
solitarias, la aparición de los Smartphone y el WhatsApp poco a poco va convirtiéndonos
en personas más y más solitarias, da la sensación que se pierde el factor
humano, la relación de persona a persona, parece, y esperemos que no sea así,
que el “vamos a quedar a tomar un café” pueda llegar a desaparecer. La realidad
es que a nadie le gusta la soledad, aunque en esta época pueda parecer que
vamos hacia ella. Aunque peor que la soledad es la sensación de que aquellos
que te quieren, aquellos de quien esperas mucho te abandonen y en el momento de
necesidad te sientas realmente solo.
Pero, ¿ocurre esto únicamente con el ser
humano? No, seguramente en algún momento de nuestra vida hemos pronunciado
estas palabras, “¿Por qué, oh Señor, te
mantienes alejado, y te escondes en tiempos de tribulación?”. Que duro es,
cuando estás pasando un momento difícil sentir que Dios está alejado, que el
buscas pero no le encuentras, que complicado es esto.
¿Será realmente así? ¿Se olvida Dios
realmente de nosotros? Había un hombre que caminaba por su vida y caminaba por
la orilla de la playa, en su caminar, cuando miraba para atrás veía un camino
de huellas, el cual el mar, con el paso de las olas iba eliminando. En
ocasiones veía únicamente su marca, en otras ocasiones veía otras al lado, y le
preguntó a su acompañante, a Jesús. ¿Jesús, porque cuando más problemas tenía,
porqué cuando peor lo pasaba, tuve que andar solo? Jesús con una mirada de
amor, le contestó, cuando te caías yo te sostenía en mis brazos como un
enamorado, cuando ya no podías más, te daba descanso y yo solo caminaba. Quizá
te sintieras solo, pero tenía que ser así para que crecieras, pero cuando solo
hay una marca, no son tus pisadas, son las mías.
Dios no se olvida nunca de sus hijos, es
realidad que a veces parece que duerme, que está alejado, pero “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois
vosotros de mucho más valor que ellas?” No dudemos nunca del cuidado de
nuestro Dios, Él no se olvida, siempre nos provee, cuando pasamos momentos de
soledad son necesarios para seguir creciendo. El alfarero a veces tiene que
destruir parte de su obra para hacerla más hermosa.
AP
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