Salmo 14 - No hay nadie bueno


“El Señor ha mirado desde el cielo sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que busque a Dios. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.”

Los seres humanos tenemos un problema, un problema bastante importante y grave, algo que por otra parte nos gusta, más que gustarnos nos encanta, disfrutamos haciéndolo, es un gozo para nosotros y no es otra cosa que hacer el mal. Podríamos pensar que esto es mentira, ya que a ninguno de nosotros nos gusta matar o secuestrar personas, ninguno somos terroristas, normalmente no robamos, aunque a veces se nos caigan las cosas que no son nuestras en nuestros bolsillos, podríamos llegar a decir incluso que somos buenos. Intentamos hacer buenas obras, nos esforzamos en hacer bien a los demás, pero sigue gustándonos demasiado el reírnos de los demás, el criticar, el dar rienda a nuestra lujuria en nuestra intimidad, practicar cosas que en público no haríamos, y podríamos hacer una lista interminable.

La realidad es que nos gusta hacer aquello que es prohibido, por eso el salmista expresa estas palabras “el Señor ha mirado desde el cielo sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que busque a Dios. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay siquiera uno.” Dios no ha encontrado ni encontrará ninguna persona que haga el bien, al revés todos nos hemos desviado hacia el mal.

Ante esta realidad, Dios repartió gracia y escogió a los suyos, a aquellos que serían salvos, a aquellos por quien sus hijos morirían, no porque ellos fuesen buenos, sino porque Dios se amaba a si mismo, no porque ellos lo merecieran, sino porque por la sangre que derramó Cristo cubre los pecados de los Hijos de Dios, no porque haya habido un esfuerzo ya que “ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda.” En otras palabras, cuando hacemos algo bueno Dios no nos debe nada, no hacemos favores a Dios, sino que nosotros le debemos de su gracia que produce en nosotros “así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.”

Por lo tanto, tenemos la realidad de que siempre buscaremos hacer el mal, siempre procuraremos pecar, porque nuestra naturaleza es así, solo nos queda esperar que Dios haga algo “porque es quien obra obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” Esta es la realidad y nuestra esperanza, sin ser buenos Él nos lleva a serlo, el provoca en nosotros el deseo de hacer buenas obras para su gloria. ¿Hay algo que sea mejor que esto?


AP

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