“Señor, ¿quién habitará
en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte? El que anda en integridad y
obra justicia, que habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su
lengua, no hace mal a su prójimo, ni toma reproche contra su amigo.”
Muchos cristianos en esta vida
buscan y anhelan agradar a Dios por medio de sus obras, intentan hacer cosas
buenas que hagan que Dios esté contento con ellos. Conozco personas que basan
su vida en hacer obra social, en ayudar al necesitado, en dar de comer al
hambriento, en visitar cárceles y orfanatos, cosas que realmente todos debiéramos
hacer, cosas buenas, pero cosas insuficientes para poder ganarnos el cielo. Es
imposible llegar al cielo por las buenas obras, porque si ponemos en una
balanza, todo lo bueno que podamos hacer durante una vida, y en el otro lado
todo lo malo que hacemos, entonces claramente saldremos perdiendo, claramente
nuestros pecados serán mayores que nuestras buenas acciones. En resumidas
cuentas, no podemos ganarnos el cielo. Es imposible.
Podríamos entonces preguntarnos,
que pasa cuando la Biblia nos expresa que hay ciertas cosas que tienen
recompensa, que pasa cuando a veces cumplimos la ley, esto mismo se pregunta el
salmista “Señor, ¿quién habitará en tu
tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte? El que anda en integridad y obra
justicia, que habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, no
hace mal a su prójimo, ni toma reproche contra su amigo.” ¿Es necesario
cumplir todo esto para poder estar en la casa de Dios?
La respuesta es que no es
necesario cumplirlo, sino que es algo que debe surgir del interior de aquellos
que creen y son hijos de Dios. No necesitamos andar en integridad y obrar
justicia, no necesitamos hablar verdad en nuestro corazón, no necesitamos no
calumniar, no necesitamos no hacer mal a los que nos rodean, todo esto no es
necesario para habitar en la iglesia, todo esto son cosas que surgen sin
nosotros esforzarnos en hacerlas cuando somos hijos de Dios, es el Espíritu
Santo quien las produce.
¿Debiéramos entonces preocuparnos
por ellas? No, no debiéramos preocuparnos por cumplirlas, deberíamos
preocuparnos si no están en nosotros clamar a Dios para que Él las produzca,
todo esto se resume en los frutos del Espíritu “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y
templanza.” Esto surge de nosotros porque el Espíritu Santo lo genera en
nuestro interior, son frutos, igual que el naranjo da naranjas, los cristianos
dan estos frutos y por lo tanto, si tienes das esos frutos cumplirás los
requisitos, tendrás las cualidades para poder habitar en la casa de Dios.
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