“En cuanto a mí, en
justicia contemplaré tu rostro; al despertar, me saciaré cuando contemple tu
imagen.”
Pocas cosas hay en el mundo más
hermosas que ver un bonito amanecer, por mi parte Dios me ha regalado un
trabajo en primera línea de playa que cuando miro a través de los grandes
ventanales de las oficinas, alrededor de las 6:30 de la mañana puedo ver como
el sol sale desde lo profundo del mar y los primeros rayos de luz inundan todo.
Es realmente impactante y te deja embobado mirando como un tonto como el sol
tiñe de amarillo y rojo el mar Mediterráneo. Sin ninguna duda una de las cosas
más bonitas que he visto y que cada mañana tengo el privilegio de contemplar.
Pero no solo ver un amanecer es algo bonito, una buena tormenta, un tornado, la
aurora boreal, incluso un tsunami o un terremoto, es algo que dentro de la
destrucción que trae, no deja de llamar la atención de nuestro intelecto.
El salmista tenía problemas con
sus enemigos, buscaba el favor de su Señor, y finalmente expresa lo que él
desea “en cuanto a mí, en justicia
contemplaré tu rosto; al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen”. En
otras palabras, solo tu Dios eres quien me deja con la boca abierta, solamente tú
me sacias cuando te veo, no hay nada más hermoso que Tú.
A mí me encanta ir a la playa,
sin ninguna duda, la mejor época para visitarla es la primavera o el principio
del otoño, cuando aún no está llena de personas, cuando solamente hay algunas
personas paseando o con sus mascotas, cuando te puedes sentar en la arena y
encuentras el silencio. Igual que a mí me pasa con la playa a muchas otras
personas les ocurre con la montaña. Cuando contemplamos la naturaleza, estamos
contemplando el rostro de Dios, cuando por la mañana miro el mar, me sacio de
la misericordia y de lo bueno que es Dios.
Todo lo que nos rodea nos habla
de un creador, todo tiene un diseño hecho a la perfección por el mejor de los
diseñadores, habiendo sido justificados en Cristo, podemos contemplar y
disfrutar del rostro de Dios, de su amor, de su paz, de su misericordia, y no
hay nada mejor que al despertar saciarnos de su imagen, darle los buenos días y
encomendar nuestro camino que tenemos por delante. Todo esto es parte de
contemplar la belleza de Dios, porque seamos sinceros. ¿Hay alguna cosa en este
mundo más bonita que nuestro Dios?
AP
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