“El adiestra mis manos
para la batalla, y mis brazos para tensar el arco de bronce. Tú me has dado
también el escudo de tu salvación; tu diestra me sostiene, y tu benevolencia me
engrandece. Ensanchas mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.”
Mi primer trabajo fue con 18 años
en la empresa de mármoles de unos amigos, sin ninguna duda parte de quien soy
ahora se formó en aquellos dos veranos que trabajé allí. Hubo una cosa que
aprendí estando allí y por fortuna no fue por experimentarla, y es que una
tabla de mármol que viene desde la cantera pesa mucho, es mucho más grande que
un ser humano y si te atrapa te mata en el acto. Cada tabla podía medir entre cinco
y diez metros de largo y dos o tres metros de alto, inmensamente superior a las
medidas de cualquier persona. Para descargarlas del camión que las traía, dependíamos
exclusivamente de la grua y de nuestro cuidado a la hora de engancharla y
moverla, sabiendo que un paso en falso era peligroso.
Hay muchos aspectos en nuestra vida
en los que somos dependientes de cosas, de pequeños, sin ninguna duda
dependemos de nuestros padres, que nos alimentan, nos visten, nos limpian, etc.
Dependemos hoy más que nunca de la electricidad, sin ella, la gran mayoría de
lo que existe no funcionaría. Pero, ¿espiritualmente como somos? El salmista
habla de su dependencia “Él adiestra mis
manos para la batalla, y mis brazos para tensar el arco de bronce. Tú me has
dado también el escudo de tu salvación; tu diestra me sostiene, y tu
benevolencia me engrandece. Ensanchas mis pasos debajo de mí, y mis pies no han
resbalado.”
Si hay algo en lo que una persona
debe ser autosuficiente es en la batalla, en la guerra, depende absolutamente
de sus habilidades como luchador, como batallador para sobrevivir y dar caza a
sus enemigos, pero hasta en esto el salmista reconoce que no es por él, sino
que Dios mismo es quien le ha preparado y que su destino está en sus manos, que
sus manos son las que le sostiene en batalla. ¡Que descanso debe producir esto
en nosotros!
Con todas las batallas que
vivimos, Dios es el que nos sostiene, Él es que nos guía, el que nos
guarda. Como Pablo expresaría haciendo referencia
a una carrera “Porque no depende del que
quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” ¿No es esto
maravilloso? Si eres bueno en tu trabajo, es porque Dios tiene misericordia, si
eres un buen marido o mujer, es porque Dios tiene misericordia, si algo vales
en este mundo, es por la misericordia de Dios.
Cuantas veces echamos en cara a
Dios nuestras situaciones difíciles que atravesamos, la mujer de Jonathan Edwards
es un ejemplo para nosotros, al morir su marido a los cincuenta y cuatro años y
con diez hijos, esta mujer dijo “¿Qué diré?
Un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube negra. ¡Ay, que podamos
besar el cayado y poner nuestras manos en nuestras bocas! El Señor lo hizo. Él
me hizo adorar su bondad por tenerlo junto a nosotros tanto tiempo. Pero mi
Dios vive y él tiene mi corazón. Qué legado el que mi esposo, tu padre, nos ha
dejado. Todos somos entregados a Dios y es en Él donde estoy y deseo estar.” Esto
es dependencia de Dios. Ojala nosotros podamos ser como esta mujer, como el
salmista, y aún en los momentos difíciles nuestra confianza y sostén estén
puestos en las manos de Dios.
AP
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