Salmo 2 - El mejor refugio


 “¡Cuán bienaventurados son todos los que en Él se refugian!
Este fin de semana pasado he tenido el privilegio de pasar tres días en San Sebastián, una ciudad preciosa. Unos amigos que viven en la zona nos enseñaban un vídeo de como unos meses atrás en tiempos de temporal una ola entró desde el mar hasta el río destruyendo los tres primeros puentes del río, entrando hacía dentro un kilómetro y medio aproximadamente, algo que cogió por sorpresa todos los que por allí estaban y el agua se llevó por delante a personas, coches y motos. Fue algo simplemente espectacular y brutal.

La vida no es tan diferente a esto la verdad, cuantas veces andamos por el camino, cruzamos ríos y vienen grandes olas que nos tumban, nos arrastran y hacen que nos tambaleemos. ¡Qué bien les hubiese venido a los habitantes de San Sebastián un buen refugio. De igual manera también nosotros muchas veces necesitamos un refugio, por eso el salmista escribe “¡Cuán bienaventurado son los que en Él se refugian!”

La vida no es un camino de rosas, sabemos que nos lleva hacía el mejor destino posible, hacia los brazos de nuestro Señor, pero en su trayecto, se puede convertir en algo complicado. Hay épocas de mucho sol, el cual se puede convertir en algo muy molesto y necesitamos parar y escondernos debajo de una gorra o un balcón. A todos nos gusta el sol, pero una larga exposición a Él puede provocar quemaduras en la piel, puede llegar incluso a provocar un cáncer. Así es el sol de esta vida, cuando todo parece ir bien, puede crear quemaduras espirituales, puede provocar un alejamiento de Dios, ¡qué importante es refugiarnos en el Señor cuando todo va bien!

Pero no todo en la lluvia es sol, también encontramos, y afortunadamente para nosotros, días de lluvia y temporal. Días en los que nos tambaleamos, que nos empapamos, que se producen olas que nos tumban, el fallecimiento de un familiar, una ruptura sentimental, la pérdida de un trabajo, no llegar a final de mes, dudas en la fe, heridas causadas por una persona a la que queremos. Hay demasiadas olas y demasiada lluvia y mal tiempo que nos hace tambalear, olas grandes que nos ahogan, y ante esto necesitamos un refugio.


¿Existe un refugio para todo esto? Podemos decir que un rotundo si, “El que habita al abrigo el Altísimo morará a la sombra del Omnipotente. Diré yo al SEÑOR: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío.” Este es el mejor refugio, la sombra de Dios que nos guarda del duro sol, el abrigo del Altísimo que nos guarda del frío y la intemperie. Piensa como está tu vida y recuerda “¡Cuán bienaventurado son los que en Él se refugian!” Busca su refugio, acércate a Él, quizá la situación continúe, pero Él será tu refugio.

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