“Engrandécete, oh
Señor, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.”
Cuando un equipo de cualquier
deporte mayoritario en su país logra ganar un título, para celebrarlo montan
una rua la cual paseará por toda la ciudad para que sus aficionados puedan
salir a ver a quienes admiran y verlos, incluso algunos quizá hasta lo toquen.
En todo el trayecto escucharan gritos de lo buenos que son, de lo bien que lo
han hecho y les animarán a buscar el próximo título disponible. En otras
palabras, estos deportistas serán alabados por lo que han hecho y recibirán el
deseo de sus seguidores de repetirlo el siguiente año.
Es posible que pensemos que esto está
justificado, visto y pensado con nuestra mentalidad humana es loable, reconocer
y alabar a aquellos que realizan grandes hazañas, y sin ninguna duda los
deportistas tienen muchos seguidores lo
cual les motiva a seguir y esforzarse. Nosotros tenemos a alguien mayor y como
el salmista, así debería ser nuestra oración “Engrandécete, oh Señor, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu
poderío.” Podemos alabar a muchas personas por muchas cosas que hagan, pero
nunca merecerán la alabanza como Dios la merece.
La alabanza es un sacrificio de
nuestros labios, porque nuestro corazón no ama a Dios, no quiere alabarle, le
encanta hacer lo contrario a lo que Dios es y entonces es cuando nuestros
labios hacen un sacrificio de alabanza que llega como un olor agradable al
trono de Dios. Dios se merece la alabanza simplemente por ser Dios, pero además
¡nos ha dado tantas cosas! Tenemos infinitos motivos para alabarle, para
decirle lo increíble que Él es, para alabarle por su creación, alabarle por lo
grande que es, alabarle por los milagros que Él hace y por los que deja de
hacer.
La alabanza a Dios no se supedita
a nuestra situación, nosotros únicamente debemos desear y decirle, “engrandécete, oh Señor, en tu poder;
cantaremos y alabaremos tu poderío.” Debemos desear y anhelar que el poder
de Dios se engrandezca, que siga obrando que se haga cada día más y más grande
su poder, para así nosotros tener más y más motivos de glorificar y alabar al
Dios de la creación. Al único Dios verdadero.
estupenda reflexiòn del salmo 21.
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