Salmo 21 - El único digno de nuestra alabanza


“Engrandécete, oh Señor, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.”

Cuando un equipo de cualquier deporte mayoritario en su país logra ganar un título, para celebrarlo montan una rua la cual paseará por toda la ciudad para que sus aficionados puedan salir a ver a quienes admiran y verlos, incluso algunos quizá hasta lo toquen. En todo el trayecto escucharan gritos de lo buenos que son, de lo bien que lo han hecho y les animarán a buscar el próximo título disponible. En otras palabras, estos deportistas serán alabados por lo que han hecho y recibirán el deseo de sus seguidores de repetirlo el siguiente año.

Es posible que pensemos que esto está justificado, visto y pensado con nuestra mentalidad humana es loable, reconocer y alabar a aquellos que realizan grandes hazañas, y sin ninguna duda los deportistas tienen  muchos seguidores lo cual les motiva a seguir y esforzarse. Nosotros tenemos a alguien mayor y como el salmista, así debería ser nuestra oración “Engrandécete, oh Señor, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.” Podemos alabar a muchas personas por muchas cosas que hagan, pero nunca merecerán la alabanza como Dios la merece.

La alabanza es un sacrificio de nuestros labios, porque nuestro corazón no ama a Dios, no quiere alabarle, le encanta hacer lo contrario a lo que Dios es y entonces es cuando nuestros labios hacen un sacrificio de alabanza que llega como un olor agradable al trono de Dios. Dios se merece la alabanza simplemente por ser Dios, pero además ¡nos ha dado tantas cosas! Tenemos infinitos motivos para alabarle, para decirle lo increíble que Él es, para alabarle por su creación, alabarle por lo grande que es, alabarle por los milagros que Él hace y por los que deja de hacer.


La alabanza a Dios no se supedita a nuestra situación, nosotros únicamente debemos desear y decirle, “engrandécete, oh Señor, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.” Debemos desear y anhelar que el poder de Dios se engrandezca, que siga obrando que se haga cada día más y más grande su poder, para así nosotros tener más y más motivos de glorificar y alabar al Dios de la creación. Al único Dios verdadero.

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