Salmo 4 - Escucha mi clamor


 “Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración.”
Cualquier persona que tenga que presentarse ante una persona importante y con poder en el mundo, sin ninguna duda lo haría con un gran respeto y midiendo mucho sus palabras y por supuesto nadie solicitaría ante un rey o un presidente del gobierno en ningún caso se exigiría ninguna respuesta rápida, sino todo lo contrario, callaríamos para ver si finalmente llega una respuesta favorable.

En cambio el salmista conocía muy bien a su Dios, era mayor que cualquier rey que pudiese existir y pronuncia estas palabras, “Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración.” Él ya había experimentado lo que era sentir alivio en su angustia, había visto como el Dios justo había respondido a su clamor, ante sus enemigos, Dios había sido su protección.

¿No te has sentido nunca así? ¿No has visto antes la mano de Dos aliviando tu angustia? Puede venir en ciertos momentos la incertidumbre y las dudas en algunas situaciones en las que parece que Dios se olvida de nosotros, pero debemos recordar como tantas veces Él nos ha aliviado de nuestra angustia, y acogiéndonos a que Él ya fue misericordioso en el pasado, podemos rogar piedad y misericordia.

Podemos decir que Él es el Dios de nuestra justicia, el que nos cuida y el que nos protege, ¿no es esto verdadera adoración? Reconocer que Dios es justo y que en su justicia nos gozamos es un motor y un aliento para nosotros, saber que El no permitirá que el mal prevalezca, sino que Dios hará que sus hijos perseveren, que aunque estén en angustia sean aliviados, que en nuestro clamor acabará respondiendo, que en nuestro grito de socorro Él extenderá su mano para rescatarnos, ¿Acaso no ha hecho esto antes?

Alegrémonos, porque cuando clamamos nuestro Dios escucha, porque sigue siendo piadoso con nosotros los pecadores, porque sigue teniendo misericordia de nosotros quienes no la merecemos. ¿No es esto motivo más que suficiente para estar agradecidos a Dios?

AP

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