Salmo 6 - Ten piedad Señor

 “Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu furor.”

A lo largo de la historia han existido muchos gobernadores que gobiernan con mano de hierro, de manera implacable, que sus decisiones eran tomadas y nunca se movían de ellas, hombres fuertes que no les temblaba el pulso al tomar decisiones incluso cuando esas decisiones conllevaban la muerte de una persona. Personas con caracteres fuertes que lograron grandes conquistas a las cuales nadie osaba enfrentarse, nadie pensaba en llevarles la contraria, sabían que sus vidas corrían peligro en caso de rebelarse.

Dios en realidad no es diferente a uno de estos, por eso el salmista clama por piedad “Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu furor.” Dios a lo largo de la historia ha castigado al ser humano por su maldad desmesurada, castigó a Adán y Eva cuando desobedecieron, castigo a la humanidad cuando mandó el diluvio, castigó a aquellos que construían una torre para llegar al lugar donde estaba Dios, hirió a Egipto duramente matando a todos los primogénitos como castigo por su duro corazón, destruyó Sodoma y Gomorra por su gran cantidad de pecado.

Hoy en día hemos perdido de vista este aspecto del carácter de Dios, hemos convertido a Dios en un bonachón regordete y con barba blanca que está allí en el cielo, y que con intentar esforzarnos un poco Él ya está contento, pero para nada esto es así. Igual que a lo largo de la historia Dios ha aborrecido al pecado y a aquellos que lo cometen no es diferente hoy en día. Dios no puede convivir con el pecado y no puede convivir con el pecador “porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo. Los que se ensalzan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad”.

Dios es un Dios santo, y en la santidad no puede haber pecado, Dios no puede amar el pecado porque va en contra de su naturaleza. Dios aborrece al pecador porque Él es justo y la luz y las tinieblas no pueden convivir. Muchos se escudan en que “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.” Pero esto no significa de ningún modo que Dios ame al pecador, sino todo lo contrario, Dios lo aborrece porque es su enemigo; cada uno de nosotros lo somos.

Solamente a través de Cristo es que la gracia sobreabunda, éramos odiosos antes Dios, pero Cristo cargó nuestro pecado, su amor pasó por alto todo lo que Dios aborrecía y nos hizo aceptos, pero pobre del que caiga en la ira de Dios, no debemos olvidar nunca que Dios sigue siendo un Dios que odia al pecado y que aborrece a aquel que lo comete y vive de esta manera. Por esto debemos clamar por piedad y rogar a Dios “Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues en tu furor” “¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!” No debemos olvidar nunca que Dios sigue siendo el Dios todopoderoso y que éramos sus enemigos, pero Cristo fue el que nos hizo aceptables delante de Él. Sigamos rogando por piedad para evitar caer en sus manos y en su ira.


AP

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