“¿Qué es el
hombre para que de Él te acuerdes, y el hijo del hombre para que le cuides?”
En el siglo XVI en Italia nació un movimiento
cultural y filosófico llamado humanismo, el cual llegó a su punto álgido en el
siglo XVIII con la Revolución francesa y la Ilustración. Hasta este momento
todo el mundo europeo había vivido con la idea de la centralidad de Dios. En
cambio con la aparición del humanismo, el centro de todo deja de ser Dios para
empezar a ser el ser humano. Y así ha sido hasta nuestros días, el ser humano
es el centro de todo, todo gira alrededor de nosotros y nuestro bienestar.
Sin ninguna duda este es el gran pecado de
nuestro tiempo habernos creído que todo gira alrededor nuestro, que incluso
Dios tiene que hacer o deshacer según nuestra conveniencia, pero que lejos de
la realidad esta este pensamiento “¿Qué
es el hombre para que de Él te acuerdes, y el hijo del hombre para que le
cuides?” En otras palabras, en realidad no somos nada.
El ser
humano ha llegado a decir que somos nosotros quienes elegimos a Dios para ser
salvos, que nuestra salvación únicamente depende de que nosotros queramos que
Jesús entre en nuestro corazón. Pero esto se aleja mucho de la realidad de la
Biblia, y de la realidad de Dios. No somos nada, no merecemos nada, no hay nada
que podamos hacer para agradar a Dios, y ante esta aplastante realidad debemos
preguntarnos “¿Quién es el hombre para
que de Él te acuerdes, y el hijo del hombre para que le cuides?” Y la
respuesta es que no somos nada.
El gran
problema es que hemos olvidado para que hace Dios las cosas. La respuesta es
sencilla, Dios todo lo que hace lo hace para su gloria, a Dios lo que más le
preocupa y más ama es su propia gloria, y es por esto que se acuerda de
nosotros y nos cuida. “Oyéndolo Jesús,
dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que
el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” “Por tanto, recibíos los unos a los
otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.” “Porque todas las
promesas de Dios son en él Si, y en él amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios.” “Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para
que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde
para gloria de Dios.” “Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre.” Todo lo que Dios hace, lo hace para su gloria,
porque esto es lo que a Dios más le place.
Por tanto,
no podemos exigirle nada a Dios, porque todo lo que existe, todo lo que sucede,
es para su gloria, porque Él es el centro de todo, nuestra salvación fue para
su gloria, nuestro nacimiento fue para su gloria, todo lo que existe y ha sido
creado, ha sido creado para la Gloria de Dios. Somos parte de las cosas que
glorifican a Dios, y si Dios lo que más ama es su gloria, ¿no buscaremos
nosotros que la gloria de Dios sea manifiesta en nuestra vida? “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”
AP
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