“Y Sansón descendió a
Timnat con su padre y con su madre, y llegó hasta los viñedos de Timnat; y he
aquí, un león joven venía rugiendo hacia él. Y el Espíritu del Señor vino sobre
él con gran poder, y lo despedazó como se despedaza un cabrito, aunque no tenía
nada en su mano; pero no contó a su padre ni a su madre lo que había hecho.”
Hay un dicho popular que describe
la realidad de la sociedad del imperio romano, este dicho habla de “pan y circo”.
Con estos dos elementos cualquier emperador era capaz de tener contento a su
pueblo y de lograr que hubiese paz en el imperio. Únicamente necesitaba que los
ciudadanos tuvieran para comer, de esta manera saciaba su necesidad de
supervivencia, y la segunda era ofrecer en el circo batallas de gladiadores, de
esclavos y la lucha entre leones y esclavos, donde los esclavos siempre
acabarían perdiendo. Con pan y circo todo estaba resuelto.
Viendo desde esta óptica, la
situación de Sansón gana muchos enteros para ser un gran milagro. “Y Sansón descendió a Timant con su padre y
con su madre, y llegó hasta los viñedos de Timnat; y he aquí, un león joven
venía rugiendo hacia él. Y el Espíritu del Señor vino sobre él con gran poder,
y lo despedazó como se despedaza un cabrito, aunque no tenía nada en su mano;
pero no contó a su padre ni a su madre lo que había hecho.” Si tantos
murieron en las arenas ante leones, que gran milagro ocurrió con este Sansón,
aunque no fue por sus fuerzas, sino por el Espíritu del Señor que vino sobre
él.
¡Cuántas veces en nuestro camino
nos encontramos con un joven león que viene a por nosotros! “Sed de espíritu sobrio, estad alerta.
Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a
quien devorar.” Nosotros también tenemos nuestro propio león, un león que está
deseando devorarnos, destrozarnos, asustarnos y hacernos huir, pero este león
es un león joven, como el que se encontró con Sansón, el verdadero León es
otro, es Adonai el León de Judá, el todopoderoso.
Nosotros no tenemos nada que
hacer ante él, luchar contra el diablo es una lucha perdida, ningún ser humano
tiene posibilidad ante una lucha espiritual, el diablo lleva años y años de
trabajo y de entrenamiento, pero que diferente es cuando luchamos con el León
de Judá, ahí está la fuerza. “Diga el
débil fuerte soy”. No por las fuerzas del débil, sino por las fuerzas del
Espíritu de Dios, “no por el poder ni
por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos.” No
temas los rugidos del diablo, “mayor es
el que está con nosotros que el que está contra nosotros.” La victoria está
en Jesús, no luches con tus fuerzas, lucha con el poder del cielo y
despedazarás al león como a un cabrito, no temas por las batallas, toma por fe
la victoria que Dios nos da, “clama a mí
y yo te responderé.” ¿Acaso hay mayor confianza que está en la batalla?
AP
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