“Entonces el pueblo
vino a Betel, y permaneció allí delante de Dios hasta la noche; y alzaron sus
voces y lloraron amargamente. Y dijeron: ¿Por qué, oh Señor, Dios de Israel, ha
sucedido esto en Israel, que falte hoy una tribu en Israel? Y al día siguiente
el pueblo se levantó temprano, y edificaron allí un altar y ofrecieron
holocaustos y ofrendas de paz.”
Que duro es la separación de
alguien a quien quieres, cuando un familiar fallece, cuando un amigo cambia de
domicilio y se marcha a cientos de kilómetros de distancia, cuando un compañero
de trabajo cambia de empleo y después de muchos meses se rompe la relación,
cuando un matrimonio llega al divorcio o simplemente cuando alguien a quien
habías cogido cariño deja la iglesia a la que asistes y donde tantos buenos
ratos habíais compartido. Las separaciones son verdaderamente duras,
complicadas, y como dice la canción algo se rompe en alma cuando un amigo se
va.
Es muy duro ver como aquellos con
quien compartías la fe, al menos aparentemente, abandonan el camino y se separan.
El pueblo de Israel sufrió esta situación con una de sus tribus, con la tribu
de Benjamín, y reaccionaron ante esto, “entonces
el pueblo vino a Betel, y permaneció allí delante de Dios hasta la noche; y
alzaron sus voces y lloraron amargamente. Y dijeron: ¿Por qué, oh Señor, Dios
de Israel, ha sucedido esto en Israel, que falte hoy una tribu en Israel? Y al
día siguiente el pueblo se levantó temprano, y edificaron allí un altar y
ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz.” Les dolía ver que una parte de
lo que ellos eran no estaban con ellos, que se habían apartado por culpa de su
mal hacer y que ya no formaban parte de ese pueblo de una manera práctica.
En el tiempo que el Señor me dio el
privilegio de ser líder de jóvenes, durante los años en que estuve hicimos un
día un recuento y nos sorprendimos de la gran cantidad de jóvenes menores de 25
años habían pasado durante más o menos tiempo por el grupo y habían
desaparecido. El número superaba las cien personas, y esto refiriéndonos solamente
a un grupo de jóvenes, cuanto más no sucederá a nivel de iglesias en toda
España. Personas que llegan, que escuchan, que se asientan, pero ya sea por las
situaciones de la vida, por problemas personales, por una mala gestión de la
iglesia, por no recibir la atención necesaria, de la misma manera que llegan,
cuando pasa un tiempo desaparecen y se les pierde la vista.
El pueblo de Israel, al ver la
situación de la tribu de Benjamín, como se estaban alejando reaccionan “el pueblo se levantó temprano, y
edificaron allí un altar y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz.” Clamaron
a Dios por aquellos que estaban separados, y esto es lo que nosotros debemos
hacer, nuestras palabras caerán en saco roto intentando acercar a alguien a
Dios, todos nuestros esfuerzos serán en vano si por nuestras fuerzas tratamos
que un hombre o una mujer crea, por eso, lo único que nos queda es clamar a
Dios, levantarnos temprano y rogar a Dios que vuelva el corazón pecaminoso de
aquellos que abandonaron, clamar por misericordia y por paz para ellos.
Debemos preocuparnos por aquellos
que han abandonado, que han desfallecido, que sus fuerzas han menguado, durante
un tiempo podremos tomarlos en nuestros hombros y llevarlos, pero solo Dios
podrá volver a darles las fuerzas, solo Dios puede volver a llevarlos al
camino. Nuestra misión, clamar, esto es lo máximo que podemos hacer. Piensa en
aquellos que un día estuvieron y han dejado de aparecer y ruega a Dios que los
vuelva a traer, preocúpate de ellos, toma un café, una llamada por teléfono, “en esto conocerán que sois mis discípulos,
si os amáis los unos a los otros.”
AP
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