¿No te he enviado yo?
“Y el ángel del Señor
se le apareció, y le dijo: Ah Señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué
nos ha ocurrido todo esto? Y donde están todas sus maravillas que nuestros
padres nos han contado diciendo: `¿No nos hizo el Señor subir de Egipto?’ Pero
ahora el Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano de los madianitas.
Y el Señor lo miró, y dijo: Ve con esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano
de los madianitas. ¿No te he enviado yo?”
La autoridad es una de esas cosas
que existen y que son difíciles de entender, sin duda todo aquel que tiene
poder y personas a su cargo intentará alcanzar la autoridad como pueda. La
autoridad no es más que la influencia que un líder pueda acusar en otros, y es
existe en todos nuestros ámbitos, existe en los hogares, existe en los grupos
de amigos, existe en las empresas y por supuesto existe también en las
iglesias. Igual que existe en muchos ámbitos, también existen maneras de
conseguirla, se puede lograr por medio del buen trato y de escuchar a aquellos
que están a tu cargo o se puede conseguir, que sin duda es la forma más
habitual, ordenando y mandando. Estas son las dos maneras que se puede lograr
tener autoridad sobre otros.
Gedeón tuvo un encuentro muy
especial, “y el ángel del Señor se le
apareció, y le dijo: Ah Señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿Por qué nos
ha ocurrido todo esto? Y donde están todas sus maravillas que nuestros padres
nos han contado diciendo: `¿No nos hizo el Señor subir de Egipto?’ Pero ahora
el Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y el Señor
lo miró, y dijo: Ve con esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano de los
madianitas. ¿No te he enviado yo?” él sentía tristeza y al encontrarse con
Dios le expresa su decepción al ver que todo lo que ha pasado y como Dios parecía
que se ha olvidado de su pueblo. Pero Dios tenía un buen plan para Él.
Quizá puedas pensar, ver y
observar que estamos en momentos como Gedeón, escuchamos cosas que Dios hizo en
el pasado, conversiones, milagros, transformaciones reales, como el Espíritu se
movía en las iglesias, y la realidad de la apatía y frialdad ante Dios y sus
cosas. Podríamos pensar que Dios se ha olvidado, que nos ha entregado en las
manos de nuestro enemigo, y que ya no hay nada que hacer.
Pero sabes algo, Dios nos ha dado
la autoridad, la autoridad de ponernos de rodillas y de clamar, la autoridad de
ayunar, la autoridad de predicar el evangelio “¿No te he enviado yo?” Cualquier tipo de autoridad tiene un futuro
incierto, pero la autoridad que Dios nos ha dado es autoridad celestial, porque
no es en nuestro nombre, la autoridad es
en el nombre de Cristo. ¿No es esto maravilloso? Por nosotros no podemos lograr
nada, pero el Espíritu Santo sigue siendo el mismo, nosotros no podemos
convencer de pecado, pero Dios sigue teniendo las voluntades en sus manos. No
somos nosotros, es Dios quien tiene y da autoridad. Clamemos, roguemos a Dios
por ver su gloria y Él nos dará la victoria.
AP
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