“Los hombres de Israel dijeron a
Gedeón: Reina sobre nosotros, tú y tus hijos, y también el hijo de tu hijo,
porque nos has librado de la mano de Madián. Pero Gedeón les dijo: No reinaré
sobre vosotros, ni tampoco reinará sobre vosotros mi hijo, el Señor reinará
sobre vosotros.”
El otro día en el coche
escuchando la radio había un predicador que hablaba de su conversión, de como
su vida había cambiado, hasta aquí la cosa iba bien, todo se empezó a torcer en
el momento en que empezó a hablar de sus éxitos, como antes de que llevara un
año convertido había alcanzado y traído al evangelio a mas de 20 de sus amigos,
y como en el siguiente año él había logrado que su familia, sus hermanos, sus
padres y demás también se hubiesen convertido a Dios. Curiosamente de la manera
que este hombre hablaba, todo lo que había sucedido había sido gracias a él,
Dios no aparecía en ninguna parte. ¡Qué fácil es pensar que las cosas que
ocurren son gracias a nosotros.
Israel había tenido una victoria
importante, con Gedeón a la cabeza, y Dios en el mando. Al igual que este
hombre que predicaba, los israelitas olvidaron quien les había llevado a la
victoria y hablaron con Gedeón, “Los hombres
de Israel dijeron a Gedeón: Reina sobre nosotros, tú y tus hijos, y también el
hijo de tu hijo, porque nos has librado de la mano de Madián. Pero Gedeón les
dijo: No reinaré sobre vosotros, ni tampoco reinará sobre vosotros mi hijo, el Señor
reinará sobre vosotros.”
Estos hombres habían quitado a
Dios de la ecuación, habían encontrado otra solución para sus problemas, esta
solución se llamaba Gedeón. En cambio, que lección de humildad la de Gedeón,
vio rápido el peligro, y dejo claro quién era el verdadero héroe, y quien merecía
realmente ser nombrad como Rey. Ese era el Señor.
Creo que es fácil caer en la
soberbia, sobre todo aquellos que trabajan para Dios, es sencillo llegar a
pensar que sus méritos y su trabajo están dando fruto, que su esfuerzo está
valiendo la pena. ¿Pero acaso será el esfuerzo de alguna persona responsable
del éxito? El apóstol más importante desde un punto de vista humano escribe “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado
el crecimiento.” En otras palabras, nosotros hicimos lo que pudimos, Dios
es quien hizo que fructificara. Debemos tener cuidado con la soberbia, con la
autosuficiencia y no olvidar que todo lo que ocurre, que el éxito cristiano no
depende de nosotros, es todo obra de Dios.
AP
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