“Porque si en vuestra congregación entra un hombre con
anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y también entra un pobre con ropa
sucia, y dais atención especial al que lleva la ropa lujosa, y decís: Tú siéntate
aquí, en buen lugar; y al pobre decís: Tú estate allí de pie, o siéntate junto
al estrado; ¿no habéis hecho distinciones entre vosotros mismos, y habéis
venido a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, escuchad; ¿No
escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del
reino que Él prometió a los que le aman?”
Se cuenta que en cierta ocasión un vagabundo entró
en una iglesia con su botella de vino, su ropa vieja y sus barbas mal cuidadas,
al entrar, la persona que lo vio lo miro sin agrado, y le invitó a sentarse en
el último banco y en la esquina pegada a la pared, toda amabilidad no era nada
más que el intento de que esta persona se le viese lo menos posible. Durante la
reunión el pastor de la iglesia informó que como todos ya sabían se iba a
presentar al nuevo pastor que sustituiría al actual. Al ser llamado, aquel
vagabundo que había sido escondido y apartado en un rincón, se levantó con su
botella de vino en la mano y subió al púlpito, aquellos miembros de aquella
iglesia habían menos preciado por su apariencia a su nuevo pastor, lo cual les
hizo caer en una gran vergüenza y les enseñó una gran lección, el clasismo
estaba metido hasta los cimientos de la iglesia.
Pero no pensemos que esto solo ocurre en esta
iglesia, esto es una realidad en las iglesias en España, todo aquel que no
cumple con los patrones de higiene y limpieza no es del todo bienvenido, por
eso mismo es que Santiago nos advierte “Porque
si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa
lujosa, y también entra un pobre con ropa sucia, y dais atención especial al
que lleva la ropa lujosa, y decís: Tú siéntate aquí, en buen lugar; y al pobre
decís: Tú estate allí de pie, o siéntate junto al estrado; ¿no habéis hecho
distinciones entre vosotros mismos, y habéis venido a ser jueces con malos
pensamientos? Hermanos míos amados, escuchad; ¿No escogió Dios a los pobres de
este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que
le aman?” El clasismo es la muestra clara de que hemos perdido la verdadera
visión de las cosas.
Las distinciones por ropa, pensamientos, economía,
espiritualidad han pasado a formar parte de la vida de las iglesias, nos
encanta alabar a aquellos que predican, tocan instrumentos u oran en voz alta,
en cambio menospreciamos a aquellos que llevan vidas desordenadas; se alaba a
aquellos, si es que hay alguno en este país, que da grandes ofrendas de lo que
le sobra y menospreciamos a aquellos que dan poco pero es todo lo que tienen,
alabamos a aquellos que visten de traje y menospreciamos a aquellos que visten
o huelen mal porque no tienen un sitio donde dormir, como si a ellos les
gustara esto. Jesús se juntó con los miserables, con los pobres con las
prostitutas y nosotros despreciamos a todo aquel que no vista como un fariseo.
Hemos perdido el punto de vista de Dios, y con
esto no estoy diciendo que debamos vestir mal u oler mal, pero sí que esto
debiera estar en un segundo plano, nos hemos convertido en aquellos sanos de
los cuales Jesús decía que no necesitaban médico, pero Él sigue siendo el
médico que busca a los enfermos, sigue siendo aquel que escoge a los pobres
para hacerlos ricos, ¿Por qué hemos perdido esta visión? Porque hemos amado más
nuestras necesidades que las de los demás, porque nos amamos más a nosotros que
a nuestro prójimo, porque hemos dejado de ver a las personas con el filtro del
cielo y las vemos con el filtro del materialismo.
Necesitamos volver a los gustos primitivos del
evangelio, de preocupación por las viudas, los huérfanos, los pobres, los
leprosos, la iglesia fue creada para que sus puertas acogieran a los
despreciados por el mundo, pero hoy en día sus paredes separan a los hijos de
Dios de aquellos que son igual que nosotros, pobres de este mundo. Porque esto
es lo que nosotros éramos y Cristo nos llamó a ser ricos en fe; y tenemos un
reto por delante, ama al que está a tu lado como a ti mismo, al que viste
lujoso y al vagabundo, este es el gran mandamiento y la prueba de vivir el primero,
amar al Señor con todo nuestro corazón. ¿Cuánto amas a Dios?
AP
Comentarios
Publicar un comentario