“En la gran congregación te daré gracias; entre mucha
gente te alabaré.”
La salud de las iglesias se puede medir por muchas
cosas, una de ellas es su alabanza. El gran error de este tiempo es que la alabanza
cada vez más se basa en música muy buena, profesional, con muchos instrumentos
pero cargada de superficialidad, llena de palabras vacías, llena de mentiras.
Si examinásemos lo que cantamos probablemente más de la mitad de lo que se
canta en las iglesias no se cantarían, porque es mentira. Los tiempos de
alabanza se han llenado de mentira y cada vez más es solo música, pero ¿dónde
ha quedado la alabanza de la oración? ¿Dónde están hoy los testimonios? ¿Qué ha
pasado con aquellos que levantaban sus voces y agradecían a Dios por el plato
de comida? La alabanza ha perdido su esencia, cada vez más desaparece la
alabanza congregacional para centrarnos en la alabanza musical y en muchos
casos superficial.
Nos hemos vuelto profesionales,
los tiempos de alabanza han llenado los espacios en que se debería orar y
alabar a Dios por más y más música, y no estoy en contra de la música, todo lo
contrario, pero si sustituye a la alabanza oral entonces sí que lo estoy. David
había experimentado el cuidado de Dios y estaba loco por hacer que todos los
supieran, por eso puede escribir “En la
gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré.” ¡Cuantas
cosas tenemos por las que alabar y agradecer y no lo hacemos!
Cuando en voz alta alabamos y
agradecemos a Dios en medio de la iglesia las cosas que él hace, produce un
aumento de fe de la iglesia. Nos sirve para ver que Dios no se ha olvidado de
obrar, que sigue proveyéndonos, sirve de aliento para aquellos que están en
momentos más bajos, ver que Dios obra alimenta a nuestro espíritu, ¡qué bueno
es compartir unos con otros las cosas buenas que Dios hace!
Pero no solamente aumenta la fe
de la iglesia, sino que nos acerca a Dios “más
bienaventurado es dar que recibir” existe un mayor gozo en alabar a Dios
que en pedirle y rogarle. Nuestras oraciones eclesiales debieran centrarse
mucho más en agradecer, alabar y adorar que en pedir; pedir es lícito, pero ¿no
hay más motivos por los que agradecer que pedir? ¿No es más normal a alguien
que nos ha dado todo darle las gracias que pedirle por más cosas de las que nos
da?
La alabanza de boca y de corazón
poco a poco se va perdiendo, pero necesitamos oírnos unos a otros como alabamos
a Dios porque esto nos une en un mismo espíritu y como uno solo nos acerca a
Dios, realmente nada puede producir más gozo que llegar ante la misma presencia
del Rey del universo y rendirle pleitesía con nuestras palabras. Así que no
cierres tu boca, alaba y agradece a Dios por cada cosa pequeña que Él te da,
que todos sepan que Dios es tu proveedor y Señor.
AP
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