Salmo 35 - Alabanza conjunta


“En la gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré.”

La salud de las iglesias se puede medir por muchas cosas, una de ellas es su alabanza. El gran error de este tiempo es que la alabanza cada vez más se basa en música muy buena, profesional, con muchos instrumentos pero cargada de superficialidad, llena de palabras vacías, llena de mentiras. Si examinásemos lo que cantamos probablemente más de la mitad de lo que se canta en las iglesias no se cantarían, porque es mentira. Los tiempos de alabanza se han llenado de mentira y cada vez más es solo música, pero ¿dónde ha quedado la alabanza de la oración? ¿Dónde están hoy los testimonios? ¿Qué ha pasado con aquellos que levantaban sus voces y agradecían a Dios por el plato de comida? La alabanza ha perdido su esencia, cada vez más desaparece la alabanza congregacional para centrarnos en la alabanza musical y en muchos casos superficial.

Nos hemos vuelto profesionales, los tiempos de alabanza han llenado los espacios en que se debería orar y alabar a Dios por más y más música, y no estoy en contra de la música, todo lo contrario, pero si sustituye a la alabanza oral entonces sí que lo estoy. David había experimentado el cuidado de Dios y estaba loco por hacer que todos los supieran, por eso puede escribir “En la gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré.” ¡Cuantas cosas tenemos por las que alabar y agradecer y no lo hacemos!

Cuando en voz alta alabamos y agradecemos a Dios en medio de la iglesia las cosas que él hace, produce un aumento de fe de la iglesia. Nos sirve para ver que Dios no se ha olvidado de obrar, que sigue proveyéndonos, sirve de aliento para aquellos que están en momentos más bajos, ver que Dios obra alimenta a nuestro espíritu, ¡qué bueno es compartir unos con otros las cosas buenas que Dios hace!

Pero no solamente aumenta la fe de la iglesia, sino que nos acerca a Dios “más bienaventurado es dar que recibir” existe un mayor gozo en alabar a Dios que en pedirle y rogarle. Nuestras oraciones eclesiales debieran centrarse mucho más en agradecer, alabar y adorar que en pedir; pedir es lícito, pero ¿no hay más motivos por los que agradecer que pedir? ¿No es más normal a alguien que nos ha dado todo darle las gracias que pedirle por más cosas de las que nos da?

La alabanza de boca y de corazón poco a poco se va perdiendo, pero necesitamos oírnos unos a otros como alabamos a Dios porque esto nos une en un mismo espíritu y como uno solo nos acerca a Dios, realmente nada puede producir más gozo que llegar ante la misma presencia del Rey del universo y rendirle pleitesía con nuestras palabras. Así que no cierres tu boca, alaba y agradece a Dios por cada cosa pequeña que Él te da, que todos sepan que Dios es tu proveedor y Señor.


AP

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