"En cuanto a mí, me mantienes en mi integridad, y me afirmas en tu
presencia para siempre."
Si tuviese que elegir un sitio
en el que estar solo y tranquilo, sin ninguna duda escogería una playa en el
mes de marzo o abril, cuando el frío comienza a desaparecer, la playa está
tranquila y en el cuadro únicamente aparecen algunas personas que
tranquilamente pasean por la orilla mientras el agua baña sus pies y algunos
perros aprovechan el vacío de la arena para correr y disfrutar de la libertad.
Poder estar sentado admirando la gran superficie del mar, viendo quizá un
atardecer y poder gracias a la naturaleza asombrarme y admirar a Dios realmente
no tiene precio, es una situación idílica.
Ese sitio en que te encanta
estar, donde te sientes más cerca de Dios podríamos llamarle tu zona de confort
espiritual, el lugar donde sientes la presencia de Dios y que Dios creó para su
gloria y te ha sido regalado para sentirte en sus cuidados. Allí te puedes
sentir como el salmista "En cuanto a mí, me mantienes en mi integridad, y
me afirmas en tu presencia para siempre." Es en este lugar donde la
providencia de Dios se hace más real que nunca.
Porque esta es la realidad de
la vida, tu integridad viene porque Dios te mantiene en ella. Nuestro corazón
desea hacer el mal, la totalidad de las decisiones que tomamos se decantarían
hacia lo malo sino fuese porque Dios nos está preservando y nos mantiene en la
integridad. Pero no solo eso, sino que su gracia es la que decanta nuestro
corazón a hacer buenas obras, "porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para
que anduviéramos en ellas". Dios ya tenía preparado todo lo bueno que íbamos
a hacer y Él decanta nuestro corazón para llevarlas a cabo.
Y esta providencia nos
mantiene dentro de su propia presencia, mientras nuestra pecaminosidad desea
salir corriendo y huir de la presencia de Dios porque no soportamos una
santidad perfecta, Dios nos rodea y nos atrae con sus lazos de amor, y por
medio de la sangre de Jesús, como quien mira con una lupa nuestras imperfecciones
desaparecen, nuestra pecaminosidad es quitada y la condena que caía sobre
nosotros es cumplida. Es Dios quien nos afirma en su presencia, es Él quien
mueve nuestro corazón hacia Él. ¿No es maravilloso como su gracia nos
transforma y nos mantiene?
AP
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