Salmo 45 - Rey eterno



"Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre"

A lo largo de los siglos en todo el mundo ha habido muchos líderes, gobernadores, dictadores y reyes, pero uno de los más influyentes y mejores de la historia es Enrique VIII de Inglaterra. Enrique VIII nació en 1491 y murió en 1547, se le conoce como el rey que ejerció el poder más absoluto entre los monarcas ingleses; entre sus éxitos como rey se encuentra la ruptura con la iglesia católica romana, el establecimiento del monarca como jefe supremo de la iglesia anglicana, la disolución de los monasterios y la unión de Inglaterra con Gales. Enrique junto a Alfredo el grande fundaron la Armada Real Británica, y durante su reinado se produjeron varias batallas legales y se crearon importantes navíos. Este fue un gran rey en su país, será recordado por muchos años, pero su vida y su reinado fueron finitos, no duraron eternamente.

Así sucede con todo lo que posee el ser humano, nada dura eternamente en esta vida, todo y todos acaban desapareciendo y con el paso del tiempo siendo olvidados por quienes deberían conocerle. Pero hay un Rey que nunca dejará de serlo "tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre." Los reyes de la tierra pasarán, los imperios se levantarán y caerán, habrá dictaduras, democracias, imperios, cualquier sistema político pero el gobierno del Rey divino nunca desaparecerá.

Muchos han dicho que Satanás es quien gobierna este mundo, que puede hacer y deshacer a su antojo, que es el gobernador de la tierra, pero la realidad que es que todo lo que existe está supeditado a lo que Dios designa y como Rey soberano decide. Dios le ha dado cierta libertad a Satanás en este tiempo, pero el Rey y Señor de todo sigue siendo Dios, todo le pertenece a Él, incluso Satanás debe pedir permiso al Rey para hacer algo.

Nuestro Dios no cambia, Él es inmutable, el mismo Rey que decidió sacar a Israel de Egipto, el mismo Rey que les metió en la tierra prometida, el mismo Rey que se humilló y se hizo un hombre, el mismo Rey que derramó su sangre en una cruz, el mismo Rey que resucitó de entre los muertos, el mismo Rey que ascendió al cielo, este mismo Rey está sentado en su trono y decidiendo con una perfecta soberanía los designios de lo que ocurre aquí en la tierra. Nosotros, los siervos del Rey solo tenemos una misión, alegrarnos de sus decisiones y glorificarle con nuestras vidas, porque le pertenecemos al Rey y realmente no existe nadie como Él.


AP

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