"En tu misericordia, oh Dios,
hemos meditado, en medio de tu templo."
La vida ofrece circunstancias que
nos llevan a meditar y reflexionar, cada problema, cada situación difícil, cada
adversidad nos abre la puerta hacia la posibilidad de pararnos y pensar sobre
nosotros mismos, sobre nuestra vida. Por esto se ha vuelto tan popular prácticas
como el yoga, el taichí y algunas otras prácticas orientales. La pena de esto
es donde está el enfoque, todas estas formas de meditar se basan en la
autosatisfacción, en la paz interior, en la búsqueda de un nivel espiritual que
sea superior al normal, todo basándose en nosotros mismos y esto sin duda es un
grave error.
La meditación no solo es buena,
es totalmente necesaria, pero enfocada de la manera correcta, mirando al sitio
indicado y sin duda el salmista sabía cuál era el mejor sitio "en tu
misericordia, oh Dios, hemos meditado, en medio de tu templo." La
meditación efectiva y duradera es aquella que se basa en Dios, ahí es donde
encontramos realmente el éxito de detenernos y pensar. Es más, tanto es así que
en la Biblia, sobre todo en los salmos, encontramos la palabra Selah, que en
español quiere decir "detente y medita".
La meditación es buena con el
enfoque correcto, reflexionar sobre nosotros mismos buscando aumentar nuestra
espiritualidad nos conducirá sin ninguna duda al fracaso, ya que es imposible
que el ser humano cambie su corazón
desviado, es imposible por nuestras fuerzas soportar la presión y el deseo de
nuestro corazón a hacer lo malo, no podremos nunca conseguir cambiar nuestra tendencia
natural. Pero meditar en la misericordia de Dios pone cada cosa en su lugar,
deja a Dios en el cielo, con su gloria, su majestad, su santidad, su poder, su
justicia a vista de todos y al hombre en la tierra, con su miseria, su pecado,
su maldad, su tendencia hacia lo malo y su incapacidad de acercarse a Dios.
Ante esta realidad vemos la
necesidad de reflexionar, pero hacerlo a través de Dios, a través de sus
atributos y entonces es ahí, al contemplar un Dios tan grande que vemos la gran
misericordia que ha tenido por nosotros, que inmerecidamente nos ha dado
salvación, esto produce un quebrantamiento interno por nuestras ofensas y es
por medio de este dolor de haber ofendido a Dios que podemos crecer
espiritualmente, es a través de conocer su gracia y de experimentarla que
podemos vivir con paz, que podemos tener tranquilidad interior, que empezamos a
interesarnos por la santidad y Dios tuerce nuestro corazón hacia el bien.
Medita en la misericordia de Dios, no hay nada tan grande y tan maravilloso
como esto.
AP
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