“¿De qué sirve, hermanos míos, si
alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo? Si un
hermano o hermana no tienen ropa, y carecen de sustento diario, y uno de
vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais pero no le
dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí
misma, si no tiene obras, está muerta. Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo
tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis
obras. Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y
tiemblan. Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras
es estéril?”
Las iglesias están llenas de
profesantes, personas las cuales afirman ser cristianas, personas que dicen
haber creído en Dios, que en la iglesia son de los mejores, pero que en su día
a día, en sus trabajos, en sus institutos, en sus casas la diferencia con
aquellos que se confiesan como ateos, agnósticos o escépticos no existe, son
exactamente iguales, son domingueros los cuales viven de su apariencia eclesial,
seguro que conoces a alguno de ellos, seguro que te están viniendo a la cabeza
nombres y apellidos, pero deja de pensar un momento. ¿No serás tú uno de ellos?
¿Acaso no es para todos la advertencia de “poneos
a prueba para ver si estáis en la fe, examinaos a vosotros mismos.”? Sin
ninguna duda lo es para todos nosotros, deja de pensar en los domingueros y probémonos
cada uno.
Porque hay diferencia entre
creyentes y convencidos, no es lo mismo el intelectual que el renacido, y aquí
es donde Santiago quiere poner la marca “¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno
dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo? Si un hermano o
hermana no tienen ropa, y carecen de sustento diario, y uno de vosotros les
dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais pero no le dais lo
necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta. Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu
fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es
uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan. Pero, ¿estás
dispuesto a admitir, oh hombre vano, que la fe sin obras es estéril?”
Déjame plantearte algunas cuestiones sobre este texto y probémonos si estamos
en la fe.
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Estar en
la fe produce fruto. “¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene
fe, y no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?“ Tener un manzano que
no da manzanas o un naranjo que no da naranjas es lo mismo que no tener nada,
vas a cuidarlo, vas a esforzarte en que ese árbol este bien, pero será un árbol
inútil, lo mejor que se puede hacer es destruirlo. Ahora pruébate a ti mismo, ¿Cuál
es tu fruto? ¿De qué te sirve creer y tener fe, si no hay ningún fruto? ¿Qué clase
de fe no tiene ninguna obra? La fe que no es real, la fe falsa no produce
ningún fruto.
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Estar en
la fe cubre necesidades. “Si un
hermano o hermana no tienen ropa, y carecen de sustento diario, y uno de
vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais pero no le
dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?” Cuando tienes una
necesidad vital lo que necesitas es que la suplan, no una palabra de ánimo. La
fe real se preocupa por la necesidad del prójimo, no buscando la
autosatisfacción, sino por amor a los demás. Ahora pruébate a ti mismo, ¿Cuánto
te preocupas por quien tienes cerca? ¿Cuál es la preocupación de tu alma,
suplir a los demás o lograr todos tus lujos? ¿Qué necesidades puedes suplir alrededor
tuyo? La fe real se preocupa de aquel que está necesitado.
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Estar en
la fe no tiene miedo. “Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras.
Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Aquel
que está en la fe no le importará justificarla con sus obras, en cambio el que
vive una fe fingida huirá de toda evidencia, tendrá conocimiento, pero no podrá
demostrar que Dios es su Padre. ¿No se parecen los hijos a los padres? ¿Cómo se
puede demostrar la fe sin parecerse a Dios? Ahora pruébate a ti mismo, ¿Te
pareces más a Jesús que hace dos años? ¿Has seguido santificándote o por el
contrario estas estancado? La fe lleva a parecernos a Cristo y cuando nos
parecemos a Él, el que nos rodea lo reconoce.
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Estar en
la fe es más que mero intelectualismo. “Tú crees que Dios es uno. Haces bien;
también los demonios creen, y tiemblan.” No existe un error más grande que
creer que el conocimiento te puede salvar. Muchos se acercan a la Biblia
queriendo conocer, queriendo estudiar, y su fe se convierte en mero
intelectualismo, saben mucho sobre Dios, pero no conocen a Dios. Estos cuando
aparece otro tema más interesante que estudiar abandonan la fe. Están
convencidos de Dios, pero no convertidos, no se ha producido un cambio interno,
con lo cual, cuando hay algo más llamativo van hacia eso. Ahora pruébate a ti
mismo, ¿Conoces de Dios o conoces a Dios? ¿Cuánto conocimiento tienes acerca de
Dios? ¿Eres un intelectual o un transformado? La fe verdadera es la que viene
por la transformación por medio de la palabra, no es mero intelecto o
conocimiento, es vida.
¿Qué tal ha salido la prueba? ¿Cómo
es tu fe? ¿Es real o es simplemente una patraña? ¿Qué evidencias tienes de que
tu fe es real? Si tu fe no es real es el momento de ir a Dios y clamar por tu
salvación, si es real, clama a Dios para que no caigas nunca de esa fe.
AP
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