Santiago 3:1-5 – Alegrando el oído


“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo.”

Se cuenta que Don Fernando era un maestro de secundaria que se preocupaba mucho por sus alumnos, todos le tenían en alta estima, tenía una manera de impartir conocimiento muy especial, era un buen comunicador, tenía facilidad para que sus alumnos recordasen todas aquellas lecciones de historia que él explicaba con gran convencimiento y como ningún otro maestro expresaba aquello que conocía. Pero Don Fernando tenía un problema en su manera de compartir, odiaba las historias sangrientas, los finales tristes, entonces desde su punto de vista, la historia siempre cambiaba un poco, desaparecían las matanzas, no habían injusticias, su comunicación era excelente, pero su contenido era errado, era falso, como persona Don Fernando era excelente aunque como maestro dejaba mucho que desear, sus alumnos estaban satisfechos porque lo que les contaba les gustaba, pero no eran más que mentiras.

Es posible que este Don Fernando no haya existido nunca, es posible que en regímenes totalitarios donde toda la información y educación viene marcada por el gobierno y modificada a su antojo, esta historia no ande muy lejos de la realidad, pero hay algo que sí que sucede en nuestro tiempo, los púlpitos se han llenado de Don Fernando. Las iglesias se han llenado de predicadores los cuales predican lo que su público quiere oír. Esto no de algo exclusivo e nuestro siglo, Santiago alertó sobre esto. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo.”

Los que tenemos el privilegio de predicar no debemos caer en el error de buscar alegrar el oído de quienes nos escuchan, tantas veces se habla desde los púlpitos de mensajes de autoayuda, de autosatisfacción personal, de éxito, de alcanzar tus sueños, en lugar de hablar de la Biblia, de Dios, de su santidad, del pecado, del infierno; ¡hay tantos temas que no se tocan por el miedo a que el oyente se incomode! Pero para aquellos que predicamos ya sea esporádicamente o sea semanalmente, debemos tener algo claro, tu castigo será mayor por tergiversar la enseñanza y la verdad de Dios. Hoy en día hay muy buenos comunicadores, personas que son capaces de mantener la atención de su público, pero que en realidad no dicen nada. Poco se habla del pecado, poco se habla de la soberanía de Dios, poco se habla en definitiva sobre Dios.

Pero cuidado, porque esto no solamente afecta a aquellos que predicamos, si evangelizamos y no enfatizamos tanto la maldad y el pecado del hombre, como la realidad del infierno y que la única solución es Cristo, suprimir uno de estos conceptos conlleva juicio por parte de Dios. Pablo afirma a la iglesia de los Gálatas “pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema.” Anatema es maldición, en el Antiguo Testamento algo que era anatema era echado fuera del pueblo. Cuando evangelizamos, cuando predicamos y no abarcamos toda la verdad de Dios, y solo hacemos una parte, nos convertimos en anatema.

No seamos como Don Fernando, tenemos una responsabilidad de predicar la verdad, moleste o no moleste, debemos volver a tener amor por la Biblia, por estudiarla y compartirla. Que Dios nos ayude a interpretarla de una manera correcta y sobre todo a compartir la verdad con aquellos que nos rodean.


AP

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