“Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta
entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el
infierno e inflama el curso de nuestra vida… …Con ella bendecimos a nuestro
Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la
imagen de Dios; de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos,
esto no debe ser así.”
Si hablamos de la lengua estamos
hablando de un músculo del cuerpo humano sumamente importante, sus funciones
son las de hidratar la boca y los alimentos mediante la salivación, se encarga
de dar vida al lenguaje y de dar el sentido del gusto para que todo el cuerpo
pueda disfrutar. Es la que decide si un alimento nos gusta o no, la que nos
avisa de si un líquido está frio o caliente; es un músculo esencial. La lengua
se encarga de ser la primera en recibir lo que viene del exterior y en ser la
ejecutora de lo que sale del interior, es la puerta de nuestro cuerpo, de
nuestros pensamientos y sentimientos.
Realmente la lengua es tan
importante, lo que decimos tiene tanto peso que la Biblia habla mucho sobre
ella, en este caso Santiago al respecto dice: “Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta
entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el
infierno e inflama el curso de nuestra vida… …Con ella bendecimos a nuestro
Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la
imagen de Dios; de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos,
esto no debe ser así.” Santiago nos lanza dos advertencias importantes,
veamos cada una de ellas.
1.
La
lengua puede arruinar tu vida. Esta es una realidad, una palabra dicha en
mal momento, la contaminación con aquello que existe fuera de nosotros, puede
llegar a contaminar todo nuestro cuerpo, puede hacernos arder. Con la lengua
podemos herir a otros y esto afecta al curso de nuestra vida.
2.
La
lengua no debe ser doble. Cuantas personas conocemos que sus palabras no
corresponden a sus hechos, cuantas personas cambian su discurso según el sitio
donde están, cuantas veces nuestra lengua alaba a Dios en las iglesias y
maldice a otros en las mesas, cuanta crítica, cuanta mentira, cuanta hipocresía,
cuanta palabra ociosa que traerá condenación, porque no olvidemos “de toda palabra vana que hablen los
hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio.” Santiago nos aconseja
si de que nunca debiera suceder que nuestra boca hable bendición y maldición.
¡Que Dios nos ayude a controlar nuestra lengua! ¡Que nos
ayude a que nuestra boca sea una fuente de agua dulce! donde oírnos hablar sea
algo bueno, no lleno de palabrotas o crítica, sino de amor. Descuidar la boca
es un peligro que Satanás utiliza sin miramientos, ¿le dejaremos esta puerta
abierta para que utilice nuestra lengua como instrumento?
AP
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