"Y para traer cada año los primeros frutos de nuestra tierra y los
primeros frutos de todo árbol a la casa de Dios."
Cada país tiene sus propias
tradiciones y fiestas nacionales, hay algunas que son prácticamente universales
al menos en el mundo occidental como puede ser navidad o año nuevo. Pero lo que
queda claro es que cada fiesta tiene un origen detrás y con ello una
celebración, en ocasiones de origen pagano, en otras de origen religioso. En
Israel Dios les marcó una serie de celebraciones donde la más importante sin
duda es la Pascua, la rememoración de como Dios libró al pueblo judío de la
esclavitud. Dentro de la Pascua encontramos algunas celebraciones importantes
entre ellas, la conocida como la fiesta de las primicias, la cual llega después
de la fiesta de los panes sin levadura. La fiesta de las primicias presentaba
ante Dios los primeros frutos cosechados.
Con la reconstrucción de los
muros de Jerusalén, Nehemías tras presentar al pueblo la ley y propiciar un
cambio en sus corazones que les lleva al arrepentimiento recuperan también algo
que habían abandonado "y para traer cada años los primeros frutos de nuestra
tierra y los primeros frutos de todo árbol a la casa de Dios." Esta es la
renovación de la fiesta de las primicias, pero en todo el capítulo no solo
habla de frutos, habla de los primogénitos de sus hijos para consagrarlos a
Dios, de los primogénitos del ganado para entregarlos a Dios, de lo primero de
cada árbol, absolutamente todo.
Corre un vídeo por YouTube
llamado el pastel de Dios, en el que un hombre que tiene un pastel empieza a
repartirlo según sus intereses, reparte un trozo a sus hobbies, otro a las
tarjetas de crédito, otro trozo a la hipoteca, unas migajas a su educación, un
buen trozo para sus coches y finalmente queda un último trozo que se va a
comer, en ese momento todas las personas que representan todo lo anterior le
miran a él y miran a Dios que está a su derecha, dando a entender que a Dios
también debía repartirle pastel, al fin y al cabo el pastel era de Dios; el
hombre mira a Dios, mira a su pastel y empieza a comérselo.
El problema de este hombre, y que
tanto nos parecemos nosotros, no está en que el último trozo no se lo haya dado
a Dios, está en que el primero no se lo ha dado a Dios. Dios no merece lo que
nos sobra cuando hemos repartido entre nosotros, Dios merece las primicias de
nuestra vida, nuestros primeros minutos de cada día debieran estar dedicados a
Dios aunque no sean parte de nuestro devocional diario, nuestros primeros euros
de nuestra nómina debieran estar separados para ofrendar en la iglesia para el
sostenimiento. No se trata de necesidad de Dios, se trata de mostrar cual es
nuestra prioridad. Dedica a Dios todo lo importante de tu vida, dediquemos los
primeros minutos a Dios para agradecerle estar vivos y todo lo que vendrá. Todo
nos lo ha dado Él así que agradezcámosle todo lo que Él nos ha dado poniéndole
como lo principal.
AP
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