"Pero vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, si en
verdad oísteis y habéis sido enseñados en Él, conforme a la verdad que hay en
Jesús, que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo
hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el
espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza
de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad."
Cuando Dios en el principio
creó los árboles los hizo con el propósito de que estos diesen un fruto del
cual el hombre pudiese comer. De esta manera, por su naturaleza el manzano
ofrece manzanas, el naranjo naranjas y el almendro almendras. Lo cierto es que
el árbol no tiene que hacer nada especial, simplemente por el hecho de que su
naturaleza es de la que es dará su propio fruto, pero en cambio tendría que
hacer un esfuerzo inmenso para que un manzano diese peras, porque no es su
naturaleza.
Al igual que los árboles, Dios
creó al hombre con una naturaleza para dar buenos frutos que glorificaran a
Dios, pero el pecado corrompió la naturaleza del ser humano, y cambió nuestro
ADN de manera que dejamos de dar el fruto correcto para dar mal fruto. Pero
todo cambió por medio de Cristo; "Pero
vosotros no habéis aprendido a Cristo de esta manera, si en verdad oísteis y
habéis sido enseñados en Él, conforme a la verdad que hay en Jesús, que en
cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que
se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de
vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios,
ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad."
Cristo volvió nuestro ADN al
origen, a la semejanza de Dios, nos volvió al principio para que volviésemos a
dar buen fruto, fruto de alabanza a Dios. Entonces debemos preguntarnos qué
tipo de fruto estamos dando, fruto de nuestra antigua forma de vivir o por el
contrario fruto nacido de Dios, es decir, amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Nuestro fruto es la muestra de
cuál es nuestro ADN. Al igual que los árboles el fruto es algo que nace
naturalmente, que no se fuerza, una persona durante un tiempo puede imitar el
fruto de otro árbol, pero acabará desapareciendo, en cambio el fruto que es del
Espíritu permanece para siempre.
¿Qué fruto estas dando tú? Me
he encontrado personas que dicen haberse convertido, que hablan de que Jesús
cambió sus vidas, pero la realidad es que en ellos no se encuentra ningún fruto
de que así haya sido, continúan viviendo de la misma manera en que vivían antes
de este supuesto encuentro. Por supuesto no soy nadie para juzgar el corazón de
otra persona, ni me aventuraría a decir si alguien es o no es hijo de Dios,
pero también es igual de cierto que
"por sus frutos los conoceréis" y si en ellos no hay ningún fruto
del Espíritu es probable que no pertenezcan al Espíritu. Pero esto no es lo
realmente importante, no importa en exceso los demás, sino yo mismo, y debemos
preguntarnos ¿están estos frutos en mí? ¿Soy verdaderamente cristiano? ¿Hay
evidencias visibles de que el Espíritu Santo está produciendo frutos? O por el
contrario soy un simple convencido de la fe que se esfuerza en reproducir algo
que no es de su naturaleza. ¿Qué fruto estás dando?
AP
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