Efesios 4:28 – Dinero con propósito


“El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad.”

La sociedad en la que vivimos claramente nos ha puesto en estos últimos años un dios delante del cual todos en mayor o menor medida nos hemos arrodillado delante de él, es el dios del dinero. No es algo nuevo, el amor al dinero es algo que siempre ha existido, pero vivimos en el tiempo del ocio, del lujo y del placer, cualquier persona de la clase media puede comprarse un coche, tener la última tecnología o viajar a la otra parte del mundo sin problemas. Hoy en día la posibilidad de adquirir está más abierta para que más gente pueda alcanzarlo, por lo que el materialismo llega a muchas más personas.

Pero, ¿es correcto lo que hacemos con nuestro dinero? Deberíamos ir incluso más lejos, ¿es correcto el modo y las formas de cómo lo conseguimos? Pablo es muy claro en este punto, “el que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad.” Esta sentencia de Pablo es un gran bofetón para muchos de los que somos cristianos en estos tiempos.

Muchos pondrían en el énfasis del texto en la manera de conseguir el dinero, y está clarísimo que todos nuestros ingresos deben ser adquiridos de una manera legal, trabajar en negro, no declarar todo, trabajar y cobrar el paro o cualquier otra ayuda no es una manera de ganar el dinero limpiamente, sino que se trata de robar, no debemos cambiar el nombre a las cosas que hacemos, así es como debe hacerse las cosas de maneras correctas.

Pero no son las formas lo más importante, sino el propósito que le damos al dinero que adquirimos. Muchos se obsesionan tanto que únicamente se dedican a amontonar ceros en el banco, de manera que viven toda su vida con el objetivo de ganar, ganar y ganar pero sin disfrutar, esto se llama amor al dinero, y es adoración al dios mamón. Hay otros que todo lo que ganan lo tienen estructurado, incluso antes de tenerlo, en sus propios placeres, estos tienen otro dios el cual es muy, muy grande, es el dios Yo. Él es el centro y el destino de su dinero, algo lícito, pero que se convierte en excesivo, necesita gastar para satisfacer su propia necesidad.

Por último esta aquel que realmente ha entendido cual es el propósito verdadero de sus ingresos, es el de ayudar a los demás, preocuparse de quienes tienen necesidad, suplir las necesidades de quienes los rodean antes que los placeres de uno mismo. Este es el que ama a su prójimo como a si mismo, y es el espejo en el que mirarnos. Que Dios ponga en nosotros un corazón generoso, que se preocupe más de la necesidad del que está al lado que del placer propio, que demos con alegría, roguemos a Dios que seamos un dador alegre.


AP

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