“Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.
Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las
insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de
tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones
celestiales.”
Las guerras han existido desde el
principio de las civilizaciones tal y como las conocemos, incluso desde antes
que Israel fuese hecha una nación ya encontramos historias de guerras entre
naciones. Como se producen y lo que ocurre en las guerras ha cambiado mucho a
lo largo de la historia, desde el descontrol de tribus bárbaras que se
enfrentaban entre ellas, a la precisión y estrategia de épocas actuales que con
la ayuda de la tecnología ofrecen a los soldados muchas más garantías de éxito.
Pero hay algo que nunca cambiará, quizá sea diferente en su aspecto o en su
forma, quizá cambie la manera en que batalla, pero nunca desaparecerán los
soldados, siempre estarán preparados.
Hoy en día hay una guerra que está
en curso a la cuales, nosotros, los que somos hijos de Dios hemos sido llamados
a sus filas, una batalla para la cual debemos estudiar a nuestro enemigo y
prepararnos para luchar. “Por lo demás,
fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la
armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo.
Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.” Sí, existe una
guerra espiritual, una guerra entre la luz y las tinieblas, entre Dios y
Satanás y nosotros somos parte de ella.
Y sobre este tema se han
escrito libros, sobre guerras espirituales, sobre como reprender, como echar
fuera demonios, libros que la gran mayoría de ellos hablarán de formas y
maneras de hacer las cosas, pero lo básico para una guerra espiritual es
prepararse y saber cuál es nuestra posición. La única función que nosotros
tenemos como hijos de Dios es la de fortalecernos en el Señor y en el poder de
su fuerza y revestirnos con la armadura que Dios nos ofrece para estar firmes,
y aquí se acaba. Ningún cristiano podrá vencer a Satanás por sus medios o sus palabras.
El enemigo es fuerte y experto, lleva muchos años peleando y conoce todas las
estrategias. Sería algo estúpido que un niño pensase que puede vencer a un
soldado experimentado.
¿Entonces qué hacemos nosotros
en una guerra espiritual? Leer y orar, prepararnos para la defensa, estar
firmes y permanecer a los ataques del enemigo, pelear en el nombre de quien ha
vencido, en el nombre de Jesús, la victoria es de nuestro Señor no nuestra,
nuestro poder es limitado, únicamente debemos defendernos, Jesús es quien tiene
la victoria, Él es el vencedor. La batalla espiritual es cierta, pero no somos
nosotros quienes debemos ganarla, es Jesús el que va delante, Él enviará a sus ángeles,
nosotros mientras tanto fortalezcámonos en Él, que no seamos el punto débil por
donde la defensa flaquea, alimentémonos de su palabra, imitemos sus pasos conociéndole
en oración. La guerra será dura, pero el vencedor está con nosotros.
AP
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