"Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y
así, velad con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y orad por mí,
para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor
el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al
proclamar lo hable con denuedo, como debo hablar."
La mayor necedad que puede
cometer un ser escalador es la de iniciar un proyecto de escalada importante únicamente
por sus fuerzas. Pensar que se puede llegar a lograr una gran cota sin ayuda de
ningún otro compañero es sin duda un atrevimiento excesivamente peligroso que
puede llevar a la muerte ante las adversidades de la montaña. Frio, nieve,
oscuridad, soledad; la posibilidad de que algo falle es muy grande y no tener
el apoyo de otro compañero puede ser mortal. Nadie se atrevería a llevar a la
cima del Himalaya sin preparación ni compañeros, probablemente sea un salto al
vacío.
La vida cristiana no es tan difícil,
¡cuantos han fracasado por querer ascender independientemente! No se puede
escalar la vida del cristiano sin llevar compañeros que te acompañen en el
camino. El apóstol Pablo lo tenía muy claro, y por eso le ruega a los miembros
de la iglesia de Éfeso que "con
toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con
toda perseverancia y súplica por todos los santos; y orad por mí, para que me
sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio
del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamar lo hable
con denuedo, como debo hablar." Los predicadores necesitan de nuestras
oraciones.
Pablo entendía cuál era su
propósito, no era la creación de iglesias, ni ser famoso, ni tener una gran
lista de convertidos, su única pasión era la de predicar el evangelio, esta era
su gasolina, era su motor, era lo que le levantaba cada mañana, el evangelio
era su pasión y compartirlo su meta. Pero había aprendido algo, él solo era
incapaz, necesitaba la ayuda de los demás, no porque el Espíritu Santo no fuese
suficiente para ayudarle, sino porque Pablo conocía el poder de la oración, y
por eso escribe "orad por mí".
Pablo necesitaba de las oraciones de todos para llevar a cabo su escalada, era
consciente que para llegar a la cima necesitaba las cuerdas y arneses y
sistemas de seguridad que solo la oración podía otorgarles.
Esto debe suponer un reto para
nosotros, tenemos la obligación de orar por aquellos que predican, por los que
predican en iglesias locales para que Dios les de palabra venida del cielo que
pueda atravesar nuestra alma, sabiduría divina para saber compartirla y
sobretodo hambre por Dios, fuerzas en las tentaciones, porque cuanto más quiere
un hombre servir a Dios mayor es la lucha contra el pecado. Debemos orar por
nuestros pastores, ancianos, obreros, predicadores, evangelistas, por aquellos
que predican en las calles, para que Dios les fortalezca y les de las palabras
adecuadas.
Pero si estos necesitan
nuestras oraciones, más que nunca los misioneros y los que sufren persecución
la necesitan. Estos debieran tener un rincón guardado en nuestro tiempo de
oración, hombres y mujeres que como sucedía con Pablo su pasión es la de
predicar el evangelio a aquellos que no conocen a Cristo, hablar acerca de cómo
Dios transformó sus corazones, aunque les pueda suponer su propia vida.
Clamemos por ellos, nuestras oraciones, cuando son conformes a la voluntad de
Dios llegan ante el trono de la gracia y obtienen su debida respuesta. Oremos
por quienes predican, colaboremos con ellos con nuestra oración.
AP
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