"En
cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar, casi resbalaron mis
pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los
impíos... ...Se mofan, y con maldad hablan de opresión; hablan desde su
encumbrada posición. Contra el cielo han puesto su boca, y su lengua se pasea
por la tierra... ... ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti,
nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es
la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre"
Se cuenta de un águila que tenía envidia de otra
que podía volar mucho más alto y mucho mejor que ella misma. Un día mientras el
águila sobrevolaba una gran explanada vio a un cazador y decidió acercarse. El
águila le dijo: “Deseo que mates a esa águila que va volando en el aire.” El
cazador le dijo que no había ningún problema, que lo único que necesitaba era
unas cuantas plumas para su flecha. El águila envidiosa no dudó y se arrancó
una de sus plumas. El cazador, apuntó el arco hacia el águila que volaba, pero
falló. El águila se arrancó otra pluma, y luego otra, y después otra, hasta que
llegó el punto que había perdido tanas plumas que ella misma no pudo volar. El
arquero entonces, aprovechando la circunstancia, dio media vuelta y mató al águila
envidiosa.
Hoy en día hay mucha gente que es
como este águila envidiosa, pero no es algo solo de nuestro tiempo, el salmista
se sintió muy alineado con este águila en un momento de su vida, así lo expresó
“en cuanto a mí, mis pies estuvieron a
punto de tropezar, casi resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los
arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos… …Se mofan, y con maldad hablan
de opresión; hablan desde su encumbrada posición. Contra el cielo han puesto su
boca, y su lengua se pasea por la tierra… … ¿A quién tengo yo en los cielos,
sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden
desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.”
La envidia es un enemigo
peligroso que de darle rienda suelta puede producir verdadera desesperación e
incluso llegar a destrozar a una persona. Cuantas veces vemos como personas que
tiene más incluso de los que necesitan no son capaces de vivir alegres porque
otros tienen más. La envidia es la que genera enfados, malos entendidos, celos,
enemistades; realmente debemos tener cuidado con esto, el águila del principio demostró
algo, la envidia únicamente perjudica a la persona que la sufre.
Pero hay algo peor que todo esto,
cuando somos envidiosos, cuando nuestro corazón anhela lo que otros tienen
pecamos directamente contra Dios, cuando no nos conformamos con lo que tenemos
y tenemos ansiedad por tener lo que otros tienen, en pocas palabras estamos
diciendo que Dios no sabe darnos correctamente lo que deberíamos tener. ¿Pero
acaso es Dios injusto? ¿No conoce Dios lo que necesitamos? Por supuesto que sí,
es más, si Dios quisiera que fuésemos millonarios simplemente lo seríamos.
La envidia nos hacer perder la
mirada de lo correcto, nuestro tesoro se llama Jesucristo y está en el cielo, teniéndole
a Él, ¿habrá algo en la tierra que pueda compararse? Sin ninguna duda no,
podemos caer, podemos perder todo, podemos estar en el lugar más bajo y que los
que nos rodean todos les vaya bien, pero como el salmista podemos decir “pero Dios es la fortaleza de mi corazón y
mi porción para siempre.” Agradezcamos a Dios todo lo que tenemos y huyamos
de la envidia. El rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, que
Dios nos ayude a estar contentos con todo lo que Él nos ha dado.
AP
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