“Haced votos al Señor vuestro Dios, y cumplidlos; todos los que están
alrededor de Él traigan presentes al que debe ser temido”
Promesas, cuantas promesas
hacemos a lo largo de cuna vida, promesas por amor, promesas en nuestros
trabajos, promesas a nuestros amigos, a nuestras familias. Todos en algún
momento hemos hecho promesas y lo que es peor, todos en algún momento hemos
roto alguna de ellas, en algún momento hemos fallado y no hemos hecho lo que
debíamos hacer.
Romper una promesa a una persona
es algo serio y que no debiera ocurrir, pero lo peor de todo es cuando hacemos
una promesa a Dios y la rompemos, esto no debiera ser nunca así. Desde esta
premisa es que el salmista nos presenta el temor a Dios “haced votos al Señor vuestro Dios, y cumplidlos; todos los que están
alrededor de Él traigan presentes al que debe ser temido.”
El temor de Dios es algo que se
puede observar desde dos primas distintos, el primero es el de aquellos que no
creen en Dios. Estos aparentemente no parecen tener ningún tipo de temor hacia
Dios, pero harían bien en tenerlo, porque “¡horrenda
cosa es caer en las manos del Dios vivo!” y llegará el Dios, que si sus
vidas no se han vuelto a Dios, caerán en sus manos, y la ira de Dios caerá
sobre ellos, su justicia les castigará, serán declarados culpables de sus
obras.
Pero en cambio hay otra
perspectiva, la que debemos tener los que somos hijos de Dios, la perspectiva
de la reverencia absoluta a Dios, la reverencia ante un Dios que podría
destruirnos si quisiera, porque tiene el poder para hacerlo, pero tenemos la
confianza de que no será así. La mayor muestra de temor es la de la obediencia,
pero no cuando se hace por miedo, sino por amor, “el principio de la sabiduría es el temor a Dios”. Cuando tememos a
Dios y le mostramos reverencia y obediencia es entonces cuando somos sabios.
Traigamos hoy nuestros presentes de obediencia, que Dios sea exaltado y temido
por cada uno de nosotros.
AP
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